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HABLAR DE PÉRDIDA CON LOS NIÑOS, ¿ES BENEFICIOSO?

El ser humano aprende a huir del dolor y es mejor no hablarlo ya que se tiene la creencia de que hacerlo puede hacer sufrir a los demás y a ti mismo. Tras esta afirmación es necesario lanzar las siguientes preguntas ¿Dónde hemos aprendido esta creencia sobre envolver el dolor en un manto de silencio? ¿Quién nos enseña a huir del dolor?

Los niños viven durante toda la infancia muchas vivencias que implican dolor o pérdida. Algunas de las situaciones más habituales y que pueden estar presentes en el día a día puede ser una caída tras montar en bicicleta o algún tipo de problema en el colegio. Al llegar a casa, con ese sentimiento de dolor, corren en busca de sus padres, que son sus figuras de apego, para buscar consuelo. En este punto vamos a resaltar diferentes reacciones que pueden tener los adultos ante esta búsqueda de ayuda:

  • “No llores hijo mío” y a continuación le dan al niño un caramelo. Antes de que sienta dolor o pueda llegar a expresarlo ya tiene un dulce en la boca.
  • “¡Venga! ¡No pasa nada! ¡No seas llorica!”. El niño siente mucho dolor, pero se lo traga, incluso puede llegar a sentir vergüenza de lo que siente.
  • El padre o la madre lo ignoran, simulan que no pasa nada. El niño no lo entiende, está confuso, no sabe si llorar o no… le duele pero todo es tan extraño.

Las primeras experiencias que tienen los niños sobre el dolor, ya sean leves (una caída o cambiar su residencia con la consecutiva pérdida de amigos) o graves (muerte de un animal de compañía, un ser querido…) van a constituir una base importante en su aprendizaje y modelo de gestión de vida.

Es posible que como padres, en un intento de disminuir y aliviar el dolor de nuestros hijos, podamos responder de una de las formas que acabamos de mencionar.

El problema surge cuando toda nuestra experiencia de necesidad de consuelo ante la vivencia y la expresión de la pena consiste en alguna de estas respuestas: negar, minimizar, ridiculizar, sustituir, racionalizar.

En palabras de Lawrence L. LeShan“un niño puede vivir cualquier cosa siempre y cuando se le diga la verdad y se le permita compartir con sus seres queridos los sentimientos naturales que todos tenemos cuando sufrimos”.

Si enseñamos a los niños a levantar muros de protección ante el sufrimiento natural debido a una pérdida, haremos que estos mismos patrones de protección se repitan en la edad adulta. El modelo de gestión del dolor que viven los niños en la edad adulta es el que se vivió en la infancia y tuvo en su familia, en su entorno social y en el colegio.

Según Alba Payàs, en su libro el mensaje de las lágrimas, este conjunto de respuestas ante el dolor se basan en una serie de creencias que lo sostienen. Son los cimientos de los muros de silencio, convicciones que hemos interiorizado pensando que eran verdades absolutas porque siempre las hemos vivido así y las hemos visto en las personas que nos rodean.

Los mitos o falsas creencias más comunes son:

  • El tiempo lo cura todo.
  • Expresar tu dolor te hace daño a ti mismo.
  • Expresar tu dolor hace daño a los demás.
  • Expresar dolor es una señal de inadecuación.

El dolor debe ser expresado en la intimidad.

Es importante que los niños expresen sus emociones y sentimientos siempre desde un entorno seguro y empático y nunca poniendo una barrera que impida su expresión.

 

Referencias:

Payàs,. A. (2014). El mensaje de las lágrimas, Barcelona, España: Paidós divulgación. 

 

Autora: María Recober Gea.