PUBLICACIONES EN REDES 2023

La soledad real es la del que quiso evitarla y no lo logró, pues el que la escogió quedó acompañado de la posibilidad de no estar solo.
Cosa curiosa en el ser humano es que algunas de las verdades que creemos al observar sus comportamientos no siempre son tales al poner el foco en su interior. Así, dos personas que en apariencia estén viviendo una situación similar puede que la estén experimentando de manera muy diferente.
Si pensamos en aquel que decidió alejarse de los demás de manera voluntaria, es fácil afirmar que lo hizo porque pudo, puesto que solo así podría considerarse elección. Realidad esta que necesariamente debe estar unida a la existencia de esos con los que sí se podría estar relacionando.
Sentir que existe la capacidad de revertir lo que se ha elegido mitiga el posible dolor que esté produciendo lo que se vive. Así, estar solo sabiendo que se puede no estar, no es estar tan solo.
Disfrutar de la mente del otro y hacérselo saber es una de las mayores muestras de aprecio que podrás darle.
Habituales son las situaciones en las que nos unimos a otra gente, en las que entre todos buscamos darnos compañía, pero que solo lo logramos de manera superficial.
Es común socializar bailando, comiendo, asistiendo a eventos,.... Más difícil es tratar con personas que nos hacen ver que les interesa lo que sentimos y pensamos.
Son muchos los que anhelan compañeros en ese lugar tan suyo como es ese en el que habita lo que solo ellos pueden ver: miedos, sueños, preocupaciones, ilusiones, valores,...
Para esos seres que valoran la curiosidad por lo que es difícil mostrar y que muy pocos desean conocer, encontrar al que disfruta intentándolo es un premio difícil de igualar.
Cuando las baldosas que pisaba y creía roca desaparecieron y demostraron ser arena, todo lo que estaba ante mis ojos se convirtió en posible camino.
En momento así, podemos aceptar cualquier dirección, angustiarnos por encontrar la correcta o convivir con las dos experiencias.
No hay lugar por el que transitar o todo puede ser un buen sitio para hacerlo. Estoy perdido y en en la senda correcta. Soledad y libertad se muestran como mis compañeras.
Realidades opuestas y, a la vez, muy presentes en la vida de gran número de personas, la manera de vivir estas es muy diversa.
Casos habrá en los que domine solo una de ellas, muchos también en los que el paso de un lado al otro se de con bastante frecuencia, algunos serán los que lleguen a integrar a ambas y, por supuesto, en abundancia estarán los que pasan por todo esto en diferentes momentos.
Cuando tomo un decisión, siempre dejo algo que ya no será. Ante esto, el arrepentimiento y la culpa vigilantes quedarán.
Al coger con mi mano una opción entre las múltiples que en una situación pueden aparecer, la otra extremidad queda abierta sin agarrar el resto de las diferentes posibilidades que se dieron.
Lo que no se tomó podrá desvanecerse, retirarse de nuestra vida sin hacer ruido o, por el contrario, gritar con fuerza hasta llamar al arrepentimiento, pues este siempre responderá a esa sugerente idea de que lo que pudo haber sido hubiera sido una opción mejor.
Cuando me quitas mi capacidad de decisión, me conviertes en algo sin pensamiento ni sentimiento.
Cuando solo me queda ser el instrumento de otros, dejo de ser persona y me vuelvo un simple objeto.
Cuando no puedo hacerme responsable de lo que hago, el adulto que debí ser deja paso al niño en el que quedo.
Vivir en una forma activa y madura conlleva plantear opciones cuando se piensa y se hace. Así, negar la posibilidad de esto al prójimo es también hacerlo a su parte más humana, a esa parte esencial que lo lleva a ser una criatura que crea realidades.
Una vez no soy persona, no existe lo mío, solo queda lo del otro. Llegados aquí, lo que hubo del ser consciente ya no importa, solo queda un cuerpo capaz de procesar información; ahí es cuando mi diferencia con cualquier otro objeto se diluye.
De adolescente nunca imaginé que me esforzaría tanto en ser un adulto aburrido, ese al que siempre tuve claro que nunca querría parecerme.
Lo que en su día fue motivo de placer, ahora sería fuente de culpa.
Lo que hoy sería perfecto, años atrás fue una imposición difícil de soportar.
Tanto se nos dijo que ser así no era lo correcto que al final, sin ser conscientes, nos hicimos perseguidores de aquello que no quisimos ser.
El problema no es buscar el cambio y la mejora, pues crecer también va con eso, el gran mal viene cuando las formas de pensar y actuar se hacen cada vez más rígidas y estas nos llevan a esforzarnos en ser una copia perfecta de eso que en su día despreciamos y, consecuentemente, a evitar la culpa que en su día no tuvimos, pero que sí nos empujaron a tener.
No intentes entender al niño que fuiste con los ojos del adulto que eres.
En el mundo infantil, cuestiones que pueden pasar desapercibidas para los mayores es posible que tengan una gran importancia para los pequeños. Así, acciones aparentemente inofensivas pueden ser muy dolorosas, mientras que otras que se creen mayúsculas realmente ser insignificantes.
Lo que a menudo lleva a los menores a sentirse queridos, valorados y protegidos son minúsculos gestos cotidianos y frecuentes, palabras y acciones que para algunos pueden pasar por simplezas.
El adulto, por su parte, a veces cae en el error de buscar solo los grandes hitos, aquellos que rellenan su mente, pero que descuidan lo sencillo y cálido, lo que alimenta de verdad a los tiernos corazones de sus vástagos.
De igual forma, a veces son expresiones y formas de hacer que acostumbramos a soportar de nuestros jefes, parejas, compañeros,..., las que entendemos que deben ser igual de bien encajadas por los que todavía no tienen el bagaje suficiente como para hacerlo, sin reparar que el lugar desde el que estos últimos miran está hecho de afectos mucho más intensos y honestos.
Lo importante no es que me des lo mismo que yo te doy, sino que los dos pongamos lo mismo para darnos lo que nos damos.
Actuar de manera recíproca con el que valoras no va tanto de buscar intercambiar una cantidad exacta de favores, muestras de afecto o desvelos; más bien, se trata de que ambos hagáis un esfuerzo de igual proporción a la capacidad que tenéis para aportar.
Así, no es cuestión de cuánto podamos compartir, se trata de qué motivación tenemos por hacerlo, pues claro está, la fuerza que tengamos para ello podrá ser similar, pero también diferente.
Por tanto, importante será tener en cuenta que no será comparable el anciano al joven, el maduro al bebé, o el sano al enfermo. Pero tampoco parece idóneo olvidar que sí sería legítimo y sano solicitar un aporte igual a condiciones gemelas.