· 

EL PROCESO DE POLARIZACIÓN EN LA PAREJA.

Si existe una persona a  la que consideras pareja y llevas algo más de varios años en esta situación, es posible que te suene bastante el proceso que exponemos en este artículo. Si a esto le sumamos que estás inmerso en lo que comúnmente conocemos como crisis de pareja, casi seguro que te identificarás plenamente con lo que aquí se explica, el proceso de polarización.

Este ocurre en situaciones en las que uno o ambos miembros de la relación solicitan al otro la modificación de ciertas conductas que les resultan molestas, las cuales se producen de una manera habitual a lo largo del tiempo y, además, son fuente de un  malestar creciente para ambas partes. En estas, el intento de solución se caracteriza por tener la forma de ataque mutuo, en el que son frecuentes comportamientos como el señalar los defectos del otro, decirle cómo debería hacer las cosas, pensar o sentir, lo que es acompañado de un lenguaje no verbal que denota una agresividad más o menos intensa.

En esta forma de comunicación las demandas del otro integrante no son vividas como una sugerencia o petición de acercamiento, sino todo lo contrario, son percibidas como un intento de doblegar la voluntad y, por tanto, la propia identidad. Esto suele dar lugar a conductas defensivas que llevan a dos formas de respuesta diferentes, el alejamiento o aislamiento, o el contraataque en una forma similar a las demandas hechas por la otra persona.

El proceso que aquí se describe suele ocurrir de una manera progresiva y asociado a cuestiones que no tienen por qué tener una importancia evidente. Así, hábitos que en un principio no son demasiado molestos pueden ir adquiriendo un gran peso negativo debido a la evolución del conflicto. Se podría decir que lo que en un inicio es una pequeña dificultad pasa a ser grande, no por sí misma, más bien debido al mismo clima de conflicto.

En este entorno, lo que sucede es que los integrantes entran en una dinámica en la que cada uno se esfuerza por defenderse del otro y no tanto por acercarse. Las características propias que pueden molestar, lejos de ser reconocidas y de que se intente su modificación, son tenidas cada vez más como bastión de la propia identidad y, consecuentemente, la posibilidad de que sean criticadas por la misma persona son cada vez más escasas. Además, las del otro son vistas como una amenaza creciente y, por tanto, sentidas en mayor intensidad. De esta forma, los dos miembros cada vez remarcan más aquello que daña al otro y, como resultado, se alejan mutuamente.

La pareja inmersa en esta dinámica, lejos de escucharse, se enreda en comportamientos ofensivos y  defensivos, donde son comunes expresiones como  

<<no quieres cambiar, siempre está igual, te quejas por todo,...>>.

En momentos, puede darse que los dos se ataquen mutuamente, en otros lo hará uno mientras el otro evita y también puede darse que sean los dos los que se aíslan. El resultado es siempre similar, una separación o distanciamiento progresivo que crea, de lo que en un principio fueron fricciones normales y necesarias, una tensión que parece insalvable y que puede llevar a la ruptura total.

 

Autor: Juan Antonio Alonso

Ultima reedición: 6 de abril de 2020.

Escribir comentario

Comentarios: 0