publicaciones en redes 2020 I


Todos tenemos un espejo en el que mirarnos, un reflejo al que queremos parecernos. Sabemos que no somos así y que nunca llegaremos a serlo, pero también que así debemos intentar ser.
Esta imagen, arraigada en lo más profundo de nuestra mente, nos sirve de guía y también de anclaje. Nos permite saber en todo momento quiénes somos y dónde estamos.

La amabilidad es una de nuestras grandes virtudes. Muy sana cuando la aplicamos al otro, vital cuando lo hacemos con nosotros mismos.
Aunque importante al ser usada para tratar a los demás, no nace en ese momento. Surge en nuestro interior, de ese parte de nuestra mente que nos perdona, anima y acepta.
Solo se puede transmitir lo que se tiene y, para ello, un primer paso es escucharlo. Por desgracia, muy a menudo todo esto es oscurecido por el del castigo, la culpa y la crítica desmedida.
Son muchas las personas que viven torturadas por pensamientos y emociones que les señalan errores, fracasos y todo conjunto de males. Vivir a través de esto resulta una tarea triste y demoledora.

Cuando estés creciendo, lo notarás. Pocos sentimientos nos alimentan tanto como los que se producen en tiempos de desarrollo.
El ser humano puede obtener satisfacción por diferentes vías: cobertura de necesidades básicas, vinculación con otras personas, aprendizaje,...
En muchísimos casos, esto llegará y se irá con relativa rapidez, será vivido como descargas, más o menos intensas, que, una vez nos traspasan, se alejan y desaparecen.
En otras ocasiones, sin embargo, lo que experimentamos es muy diferente; como un mar en el que nadamos, algo que se integra en nosotros, no llamativo por la intensidad de su sacudida, sino, más bien, por la suavidad de su caricia.

Confiar en que alguien nunca te fallará es poco menos que creer que jamás enfermarás, envejecerás o morirás.
Buscar esto en los demás es perseguir un imposible. Sería algo así como intentar encontrar un ser mágico, puro y divino que no existe más allá de la fantasía.
Creer que existen personas con la intención real de compartir apoyo y respeto y, sobre todo, de reparar los errores que todos cometemos a lo largo del tiempo, no solo es útil, sobre todo, es necesario.
No te esfuerces en buscar amigos, compañeros o parejas ideales que no existen, hazlo en forjar relaciones basadas en el sincero deseo de superar los desencuentros.

A veces, nos resulta más fácil inventar razones que justifiquen al que nos ha hecho daño que aceptar el dolor que este nos provocó.
Nuestra mente intenta ayudarnos a que la intensidad del sufrimiento pueda ser soportado. Con este fin, en ocasiones, esta genera argumentos ficticios, los que, en la negación de la crueldad del otro, le permiten alejarse de una realidad difícil de aceptar.
Esta labor protectora es de utilidad, pero solo si se aplica en la dosis adecuada. Aferrarnos a ella de manera excesiva solo conduce a perpetuar modos de vida que irremediablemente llevarán a repetir y expandir el sufrimiento en un ciclo de difícil solución.

Días marcados en el calendario, fechas que nos invitan a parar, momentos de ritual.
Es el cumpleaños esa marca que nos dice que un año más en nuestra vida pasó y que otro nuevo se presenta ante nosotros.
Un tiempo en el que se nos obliga a mirarnos con el ojo desenfadado del que celebra, el triste del que solo siente pérdida o el reflexivo que valora y aprende.
Son muchas las perspectivas, las maneras de enfrentar, el sentido de este día tan especial. Sea como sea, siempre merece su homenaje, ya sea en la calle, en el hogar o mucho más allá, en nuestro pensar y sentir.

Si estás dentro del túnel, ten fe en que este tiene final. Aunque todo lo que ves es obscuridad, confía en que la luz está más allá.
Ser consciente de que todo es negro indica que conoces los colores. Así que, recuerda que estos siguen ahí, sí, tapados por la pesada manta de la amargura, pero nunca de fueron.

Cuando entiendo que dentro de mí hay una persona a la que insultaron, menospreciaron, aislaron,...., podré ver qué gran parte de mi dolor nace de no tratar a esta con la compasión que merece.

Creo que sé lo que piensas y sientes, pero solo eso, lo creo. Nunca podré tener certeza, porque tú mente es solo tuya.
A veces, me invade el miedo ante la duda, la desesperación que vive junto a la impotencia y el arrepentimiento que me devuelven mis interpretaciones erróneas.
Vivir con la conciencia de que tu interior es solo tuyo hace que caminar contigo sea complejo, me exige leer lo que hay detrás, pero también me ofrece diariamente una oportunidad para descubrirte un poco más y vivir la gran aventura que hay dentro de ti.

Sentir confort y entendimiento es una meta perseguida en cualquier relación, sin un atisbo de esto la atracción difícilmente hace acto de aparición. A la vez, la necesidad de conocer, descubrir, complementarnos con algo más que nosotros, es igual de esencial.
Podría decirse que nos enamoramos de personas que nos son familiarmente misteriosas; aquellas con las que compartimos gran parte de nuestra cultura, valores, personalidad,etc. Mujeres u hombres que nunca logramos conocer totalmente, cuya comprensión completa nunca deja de ser un reto.

El ser humano alcanza su verdadero bienestar siendo fiel a lo que mejor sabe hacer como especie: amar, crear, aprender,...
Todos los seres vivos, hasta los más primarios, luchan por la supervivencia de manera instintiva. Para algunos, todo consiste en eso, no hay nada más, pero ese no es nuestro caso.
Las personas, a diferencia de otros animales, necesitan usar una gran capacidad que los demás no poseen, la mente. Esta les empuja a conocer, compartir y usar la información que inunda su mundo. Cuando esto es sí, estas hacen lo que más sentido tiene para él.

Es difícil sentir ahora algo contrario a lo que sientes, por eso, ver un futuro de esperanza desde la amargura es tarea muy difícil.
Ten en cuenta que una habitación totalmente a oscuras solo lo es mientras no se permita penetrar a la luz en esta y aventurar que esto siempre será así parece poco menos que un absurdo.
Lo que vives hoy condiciona lo que imaginas para mañana. Así, las emociones del momento apenas dejan percibir otras que podrán venir. Eso no quiere decir que no llegarán, solo indica que no las podemos ver.

Si me permites sentir lo que sentiste cuando me heriste, quizás pueda verlo desde tu lugar, entenderte y, de alguna manera, acercarme a ti.
No nombrar lo ocurrido solo me dejara con lo que ya tengo; dolor, incomprensión, desesperanza. Desde esa posición solo puedo alejarme más, nunca volver a estar contigo.
Traición, engaño, desinterés,..., son situaciones que pueden generar un malestar casi insoportable. Incomprensión, miedo, rabia,..., nos conducen a la visión del otro como alguien dañino. Ahora, entender las debilidades humanas que hubo tras dichas circunstancias puede tornar mucho de ese dolor en compasión, entendimiento y cercanía.
Cuestión que es imprescindible tener en cuenta es que, para que todo esto sea posible, hacen falta dos seres con la determinación de mirar y dejarse ver, de mostrar e interesarte en observar, en definitiva, personas que entienden que el ser humano es complejo, variado y flexible.

Recuerda, en muchas ocasiones, el rechazo de los demás lo pusiste tú en su mente, lo que, al no ser regla fija, nos lleva a la necesidad de tener que discernir entre lo de ellos y lo propio.
Nuestro miedo, inseguridad, autocrítica,..., pueden conducirnos a considerar a los otros como una amenaza que no tiene por qué ser. Nos llevan a ver el mundo conforme a lo que tenemos dentro de nosotros y no a como es en el exterior.
Por supuesto, lo sentido y creído no siempre tiene que ser de esa manera, el peligro puede ser real o trasladado de nosotros a ellos. Así, lo importante es tener esto en cuenta y tomar a lo que experimentamos con precaución, no en forma de verdad palpable.

La persona que te exige que la hagas feliz también te está diciendo que no es apta para vivir una relación de forma sana.
La reciprocidad es algo esencial en el mundo sentimental. El sentido de participar en este es que los que lo hacen vivan un espacio y tiempo de manera conjunta , de forma que estos se puedan beneficiar mutuamente. Lo cual, sin el respeto a lo que es la persona resulta imposible de llevar a buen termino.
Para poder compartir deben existir cosas que puedan ser usadas a tal fin; intereses, valores, proyectos,... Las mentes de ambos deben saber vivir y disfrutar juntas, a la vez que ser capaces de disfrutar dejándose ser lo que son.
Esto no excluye la importancia de hacernos sentir queridos, realidad que nunca deja de ser importante y siempre debe estar presente. Pero, cuestión muy diferente es que alguien haga cargar a otro con la responsabilidad de hacerlo sentir como entiende que debe sentirse. Esto último solo puede entenderse dentro del uso del otro como un mero instrumento para el propio bienestar, alejándose, por tanto, de lo que realmente significa estar en una relación.

Recuerda que casi todo lo que nos rodea vive dentro de un proceso de cambio continuo. No habitamos en una foto fija, lo hacemos en una obra que no deja de evolucionar. Importante es tenerlo en cuenta, pero, más aún es no olvidar aplicar este principio tan básico a los que quieres.
A veces observamos en las personas próximas comportamientos diferentes a los que estamos habituados. Lo cual, como es lógico, puede llevarnos a la preocupación, a preguntarnos qué les ha llevado a ello y si tendrá consecuencias negativas.
Es normal intentar acercarnos y probar a hacer lo posible para que lo que vemos no derive en algo nocivo. En muchas ocasiones nuestra ayuda será bienvenida, pero, en otras, lo único que encontraremos son procesos propios de la vida de él o ella. En estos casos, nuestra premura por ayudar puede acabar siendo un obstáculo en el desarrollo que está teniendo lugar y no un apoyo para retomar la senda que supusimos que se perdió.
Así, no se trata de ignorar las señales de sufrimiento ajenas, aquí se habla de paciencia, observación e intervención respetuosa. Esta última, solo hasta donde sea bien recibida.

Necesito que me apoyes, pero también que me aconsejes, me orientes, me ayudes a estructurar mi vida,...
Los padres deberían ser esas personas que nos dan la seguridad de que siempre habrá alguien para sostenemos y no permitirnos caer, levantarnos si así ocurre y ofrecernos el cuidado para que las heridas curen pronto.
Pero, también son aquellos que pueden darnos luz para ver el camino por el que debemos transitar, arengarnos a seguir por él y, de esta forma, a buscar ser lo mejor de nosotros mismos.

La relaciones que perduran no lo hacen porque navegan en un mar en calma, sino porque los implicados saben moverse en aquellos revueltos y retomar el rumbo hacia la calma.
Amistades, parejas, familiares,..., todos deben convivir con discusiones, malentendidos o distancia. En la manera de resolver estas saldrán fortalecidas o morirán.
Así, el buscar una supuesta perfección cuando nos relacionamos con los demás no solo es imposible, sino que nos quita la posibilidad de aprender a conocernos y seguir avanzando.

Cuando sufres, lo más probable es que en tu horizonte solo veas dolor. En esos momentos, cuidado con lo que dibuja tu mente, no te lo tomes demasiado en serio.
Nuestro estado de ánimo actual influye de manera activa en cómo imaginamos el futuro. Por ejemplo, es complicado sentir alegría cuando la tristeza nos aplasta, paz cuando el miedo nos abruma u orgullo cuando la vergüenza nos golpea.
Así, ten paciencia en esos momentos y deja pasar el tiempo. Más adelante, cuando ese peso tan grande sea liviano, podrás ver todo con mayor claridad.

A veces se nos olvida que los que queremos no son exactamente como queremos.
Las personas importantes en nuestras vidas lo son por diferentes motivos. Algunas nos llegaron sin haber tenido posibilidad de elección, es el caso de nuestra familia. Sin embargo, también son muchas para las que sí tuvimos la posibilidad de elegir, por ejemplo, pareja, amigos, socios,...
En cuanto a estos últimos, el haber escogido vincularnos a ellos, aunque responda a muchos motivos, es seguro que también incluye el hecho de que junto a estos nos sentimos bien y pensamos que se comportan como deben de hacerlo.
Eso sí, también es inevitable que los que apreciamos no piensen de la manera ideal. Podrán acercarse, pero nunca llegar de manera exacta. El problema comienza cuando no tenemos en cuenta esto y sí se lo exigimos.

No hay mayor tiranía que la de esa voz que hay dentro de ti y que te dice que no vales, que no serás capaz, que eres inferior,...
Salvo contadas excepciones, todos tenemos una parte crítica que señala lo que ella considera muestras faltas, debilidades y fracasos. Bien interpretada puede ser una buena compañía, pero también lo contrario; como todo acompañante, puede ser alguien justo o injusto, cruel o misericordioso, bienintencionado o sádico.
Así, una labor imprescindible en nuestro desarrollo debería ser la de aprender a relacionarnos con eso que tan dañino puede ser de tal manera que no pueda manejar nuestra vida con la fuerza del castigo, la losa de la humillación y la negra culpa de la que hacen uso los que disfrutan con el dolor ajeno.

Todos vivimos con una máscara, opaca ante unos, transparente frente a otros.
Lo que pensamos y sentimos no es mostrado de igual forma a todas las personas. El grado de vinculación con estas determinará hasta qué punto lo que dejamos ver es fiel a lo que realmente es o solamente parecido a lo que creemos que es correcto ofrecer.
A nuestros seres más cercanos es muy posible que enseñemos nuestro lado más real, que seamos casi transparentes. Pero, conforme el desconocimiento y la tensión aumenta, lo que nos separa del otro, esa careta con la que nos mostramos, menos deja escapar lo de dentro.

Cuida tu cuerpo para mantenerte con vida. Hazlo con tu mente para darle sentido a esta.
Es un hecho irrefutable que nuestro organismo debe de ser atendido adecuadamente para no sucumbir a la muerte de forma prematura y que, consecuentemente, pueda permanecer, en la medida de lo posible, vivo.
Claro es también que el ser humano es un animal peculiar, al que no suele satisfacer el alcanzar el objetivo de retrasar la llegada de la defunción a la que todo ser está destinado.
Nosotros somos una especie que, una vez creemos tener asegurada nuestra permanencia efímera en este mundo, necesitamos dotarla de sentido.
Para lo primero, intentar contener el aliento vital, la maquinaria deberá ser cuidada. Ambientes sanos, comidas adecuadas y hábitos físicos correctos serán necesarios. Respecto a lo otro, el dotar de significado a nuestro paso por este mundo, lecturas, reflexiones y charlas interesantes son requeridas.

Atenderme no es darme lo que tú crees que me es necesario, es pararte a escuchar, sentir y entender qué es lo que yo necesito y, solo entonces, ofrecérmelo.

Padres e hijos, parejas, amigos,..., al relacionarnos con ellos encontramos múltiples ocasiones en las que nos demandamos los unos a los otros algún tipo de ayuda, la cual, puede ir desde lo más práctico y visible, hasta cosas no tan tangibles como el hecho de compartir una experiencia.
No es lógico esperar una gran implicación de todos, pero sí de algunas personas esenciales. De ellas, sin duda, por encima de todas destacan las que nos dieron la vida, nuestros padres, o aquellas que, sin serlo, se comprometieron a ejercer tal función. Cerca de estos puede situarse otra figura de suma importancia , la pareja.
Los primeros debieron ser los que pusieron toda su energía en ofrecernos lo que nos aportaba bien en su momento. En el caso de la segunda, la diferencia reside en que, aunque también se suele esperar mucho de ella, debemos ser conscientes de que esta necesita, como mínimo, lo mismo.

En ocasiones, nos enfadamos con los que queremos porque no son como nos gustaría. Podemos llegar a sentimos desdichados al ver que se alejan de lo que deseamos y, por tanto, incluso es posible que lleguemos a pensar que somos desafortunados.
Aquel que siente el desasosiego del que se sabe no querido, del que no encuentra hombro en el que apoyarse ni espalda que guardar, experimenta uno de los males más arraigados en la naturaleza del ser humano, la soledad.
Así, la mayoría deberíamos tener en cuenta el valor de contar con perdonas amadas que nos disgusten con sus imperfecciones. Esto no solo es algo imposible de arreglar, es parte de nuestra esencia, la de sustentarnos y dar sustento, la de mezclarnos y enlazamos con seres no perfectos y sí queridos.

Creer que podemos vivir y comportarnos siempre de manera impoluta, intachable, sin romper ninguna norma moral, no solo es imposible, es insano.
Todos transgredimos algunos principios. Esto no quiere decir que seamos corruptos, solo nos indica que está vida es muy compleja y que en ella es imposible actuar cumpliendo todo lo marcado como correcto de una forma estricta.
Muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos están llenas de matices. Aplicar a ellas la simpleza de las reglas rígidas solo conduce a actos fuera de toda razón, a un comportamiento inflexible y dogmático que no nos lleva nada.
Así, la cuestión que debemos plantearnos no es si podemos o no cumplir todo lo que valoramos como correcto, lo importante se sustenta en saber ponderar en cada situación qué debemos tomar como prioritario y diferenciarlo de lo no tan importante.

Necesito espacio para sentirme acompañado y estar acompañado para sentir el espacio.
El ser humano, desde su nacimiento, busca protección, cuidado y cariño. Se puede decir que para este es imposible vivir en total soledad. La compañía del otro, en su justa medida, es algo que nunca lo abandona.
Esta necesidad está íntimamente ligada a otra, la de ser personas independientes, poder explorar el mundo que uno escoge conocer y, en definitiva, la de tener el espacio necesario para ser un individuo.
El calor del otro da la fuerza para tener la que requiere perseguir lo que es uno mismo. Sin este, la misma búsqueda de amparo impedirá que la persona se lance a la conquista de su individualidad.
De igual manera, si existe alguien que esté ahí, pero este impide a la persona seguir la senda de la búsqueda de su propio lugar, dicha compañía no será sentida como un refugio, apoyo o base en la que sustentarse, más bien será percibida como una mordaza que asfixia y limita.

Mientras el talento no muera, estaremos salvados, porque es él el que nos sacará de los atolladeros y nos conducirá por caminos de prosperidad.
La parte humana de lo que conocemos; cultura, economía, sociedad,..., se sustenta en millones de individuos. Sin estos no hay nada.
De todos, algunos son los que ponen lo nuevo, mejoran lo antiguo o saben salvar lo que parece imposible. Muchas mentes y cuerpos que dan un algo más.
Existen algunos de estos que disfrutan de gran fama, pero son muchos, la base de nuestra forma de vida, los que, sin tantos adornos, disfrutan día a día de hacer, mejorar y recuperar.

Estar ante algo valioso no sirve de nada si no eres consciente. Darte cuenta de que tienes la gran suerte de poder vivir junto a cosas, situaciones y personas que dan sentido a tu vida es uno de los mayores premios que puedes llegar a ganar.
Mirar a nuestro alrededor y sentirnos agradecidos por nuestros medios de vida es un combustible esencial para levantarnos día a día y seguir peleando por mantener a estos.
Sentir a nuestros seres queridos, disfrutar de ello e intentar devolvérselo con el pleno convencimiento de que no habrá energía mejor usada, será, sin duda, una de las tareas con más sentido que un hombre o mujer pueda llegar a realizar a lo largo de su existencia.

No hay verdades más absolutas que las que nos dicen que estas escasean.
Solemos agarrarnos a muchas creencias que tomamos como realidades totales, descripciones de la realidad, conocimiento universal,... De estas, muy pocas se acercan a esto y son muchas más las que solo nos hablan de la manera en la que hemos aprendido a ver el mundo.
Esto no quiere decir que esas ideas sean inútiles, lo que nos indica es que son algo construido por nosotros con la ayuda de todas las personas que hemos visto, oído y leído.
Así, pocas cosas de las que creemos pueden considerarse verdades y muchas deberíamos tenerlas únicamente como nuestras verdades.
Ser conscientes de esto es un primer paso para hacer a todas estas valiosas. Dese el momento que entendemos que deben estar sometidas a la posibilidad de juicio y revisión podemos moldearlas, enriquecerlas y, por tanto, aprovecharlas.

Hay veces que no entendemos lo que sentimos, lo que no quiere decir que sea ilógico, solo significa que no lo entendemos.
Las emociones aparecen de una manera automática, sin un control directo. De igual manera, estas no siempre aparecen ante cosas claras que puedan hacernos entender el porqué.
Así, tener sentimientos a los que no le encontramos un origen claro no quiere decir que no tengan sentido, que sean ilógicos o, simplemente, que no deberían está ahí, lo único que ocurre es que no los conocemos lo suficiente.

Tener la capacidad para confiar en la existencia de personas que nos quieren ahora y querrán en un futuro es uno de los mejores regalos que nos han dado todos aquellos que ya lo hicieron.
Los que están seguros de que existen otros que los aman y que más adelante también alguien estará no suelen ser conscientes de que esto no es así para todo el mundo. Es poco habitual que ellos lo vean como una capacidad, como algo que podrían no tener y que, de ser así, las dificultades en sus vidas serían muchas más.
Algunos llegan a esto sin haber experimentado lo contrario, los que fueron amados en la infancia y así continuo el resto de su vida. Otros, sin embargo, recorrieron un camino más complicado, son los que tuvieron que esperar a edades más tardías para ser valorados, cuidados, apoyados,...
De forma continua y poco dolorosa o, por el contrario, con más trauma y mucho trabajo, en todos los casos necesitaron de la ayuda de otros seres, los que les transmitieron lo que es el amor y, consecuentemente, sin los que nunca habrían obtenido este gran don.

A veces no entendemos el comportamiento del otro porque desconocemos su dolor. Los juzgamos por lo que vemos, no por lo que los puede estar moviendo.
No todo el mundo enfrenta a la vida de igual manera. La capacidad de afrontar la dificultad puede ser muy diferente cuando las cosas son realmente duras.
Antes situaciones de duelo, muchas personas tienen la fuerza de no perder la perspectiva de que hay otras personas que deben ser cuidadas.
Por desgracia, algunos son los que se encuentran tan cubiertos de oscuridad que son incapaces de traspasar ese velo y observar lo que hay más allá, a los que allí están.

Estar motivado para alcanzar tus objetivos no garantiza que estos sean realmente valiosos. Tener el total convencimiento de que vas a luchar con toda tu energía por mantener los que ya alcanzaste sí te está diciendo que estos son esenciales.
A lo largo de nuestra vida son muchas las metas que nos marcamos y, proporcionalmente, también alto el esfuerzo que invertimos para su consecución. De esto, no todo es alcanzado y, de lo que sí, mucho de ello no es percibido tan importante tiempo después de haberlo logrado.
Se podría decir que todos nos hemos enfrentado alguna vez a la decepción que supone anhelar algo, poner mucho para que esto llegue y que, una vez está, de inmediato o al tiempo esto haya perdido su brillo.
Diferente es lo que ocurre con lo que, una vez está, sentimos inquietud ante la posibilidad de perderlo, tenemos el convencimiento de que es lo que queremos y que, por lo tanto, la lucha por el mantenimiento es la única opción que nos planteamos.
En este último caso, independientemente de que sea posible el que esto siga ahí, de que sea sano hacerlo o de que llegue a producirse, sí podemos estar seguros de que estamos ante algo realmente más que importante en nuestras vidas.

Recuerda, todos nos equivocamos mucho y frecuentemente. No pongas tu esfuerzo en disimularlo, mejor céntrate en habituarte en reconocerlo e intentar reparar el daño que tus errores hayan podido causar.
El ser humano se caracteriza por su flexibilidad, por ser capaz de aprender e ir modificando su conducta según logra o se aleja de sus objetivos. Esto, como fácilmente puede ser entendido, es imposible hacerlo sin el desacierto y el intento de rectificación.
Esta lógica que de manera tan aplastante podemos entender como fundamental, no siempre la tenemos presente y, desgraciadamente, en muchas ocasiones, malgastamos nuestra energía en demostrar al mundo que somos infalibles.
No solo es inútil empeñarnos en algo imposible, sino que esto mismo nos desgasta y nos cierra al aprendizaje. Así, lo más eficaz va por otro lado, por el de reconocer el error, intentar arreglar lo que se pueda y, si no es posible, continuar adelante con la determinación del que hace lo que está en su mano por mejorar.

Querer y que nos quieran nos hace fuertes, nos lleva a sentir que somos capaces de afrontar los retos, de construir una vida y de ayudar a que otros lo hagan.
Afrontar los retos que conlleva nuestra existencia exige en muchas ocasiones luchar con todas nuestras fuerzas, movidos por el impulso de creer que nosotros podemos. El amor que nos dieron y que nos dan es el combustible de ese motor.
Además, vivir consiste en aportar lo que tenemos a parte del mundo que nos rodea y, dentro de este, a los seres que amamos son aquellos a los que resulta más necesario, fácil y gratificante dárselo.

En los momentos complicados, cuando enfrentamos cara a cara la adversidad, es muy posible que las cosas superficiales de nuestra vida desaparezcan y que solo quede ante nosotros lo realmente importante.
En una sociedad donde habitualmente vivimos volcados hacia la satisfacción de placeres inmediatos es frecuente que nos cueste distinguir entre cosas realmente valiosas y otras que son meramente complementos.
Podría decirse que lo común en la mayor parte de nosotros, en nuestro día a día, es dar una valoración exagerada a cosas que solo proporcionan satisfacción pasajera, que se difuminan conforme las alcanzamos.
Sin embargo, para muchos, situaciones de crisis en las que el peligro y la posibilidad de perder todo está presente de forma clara, suelen ser un momento en el que lo superficial cae y lo que se muestra es lo que de verdad es valorado.

Hacer psicoterapia implica ser capaz de ponerte a un lado a la vez que estás totalmente con el otro. Se necesita la habilidad de observar desde la distancia y de tocar de una manera totalmente íntima al mismo tiempo.
Una parte del trabajo de la atención psicológica se asienta en la capacidad de que el profesional deje a un lado sus valores, miedos, expectativas, etc., para, así, poder analizar los del otro de una manera objetiva.
Otro lado igual o más valioso incluye algo muy distinto, se trata de la necesidad que tiene el psicoterapeuta debe sentir con el que tiene frente a él, de conectar con la necesidad de estar ahí y, por supuesto, de hacerlo llegar de una manera sincera.

Lo que nos dicen los que nos quieren no siempre son simples palabras, muy a menudo va acompañado del afecto de una caricia, el apoyo de un hombro o la pasión de un beso. Pero, por desgracia, también puede contener la distancia, indiferencia y frialdad del que se aleja cuando se le pide estar cerca.
Con aquellas personas especiales, significativas, con las que tenemos vínculos emocionales, cuando nos estamos comunicando con ellas en este plano, el de la cercanía y la afectividad, lo que sentimos tiene un peso fundamental. Aquí es mucho menos importante el mensaje externo que los sentimientos que se mueven bajo este.
Por esto, el cuidado a la hora de expresar determinadas cosas debe ser máximo, ya que la facilidad para herir será alta. De igual forma, el modo de interpretar lo que sentimos ante sus palabras también deberá ser tomado con distancia, pues es fácil dejarnos llevar por lo que pueden mover sus expresiones.
Por suerte, el peso de la carga sentimental que puede acarrear lo dicho por los que nos queremos también incluye lo que tiene que ver con sentirnos acogidos, apoyados e incluso deseados. Por consiguiente, en el buscar esto último siendo conscientes de que también puede ocurrir lo otro está el trabajo de los que nos queremos.

A veces, cuando todo va bien, tendemos a creer que todo seguirá así o que solo irá a mejor. De igual manera, en los momentos en los que todo está mal, solemos pensar que nunca volveremos a vivir un momento de felicidad.
En la vida de cualquier persona se suceden momentos en los que abundan situaciones que aportan alegría, paz y tranquilidad, de otros en los que los que está más presente es la tristeza, el desasosiego y el miedo.
Reconocer que esto es así, que vivimos en un ciclo continuo en el que a los momentos en los que estamos arriba se suceden otros en los que estamos abajo, es esencial.
Debemos de huir de la euforia excesiva que nos lleva a vernos como seres situados por encima de las leyes naturales e, igualmente, no caer en el pesimismo derrotista que nos conduce a la inacción.
El único camino es ser conscientes de la realidad. Así, si ahora sientes que tu vida se cayó, se destrozó y que nunca volverá a ser algo parecido a lo que fue, debes saber que esto no es así, esta se puede levantar, reconstruir y acercarse al lugar del que partió.

Cuando las cosas se complican, no siempre existe la opción de huir, a veces, las únicas alternativas son la de dar lo mejor de nosotros para intentar cambiarlas o la de rendirnos.
Si la última opción, la de dejar de pelear, no solo afecta al que la escoge, sino que también conlleva el mal para muchos otros, la única vía moralmente viable es la de seguir intentándolo.
En muchas ocasiones, el dolor, la incertidumbre y la frustración nos hacen dudar y plantearnos abandonar la lucha por alcanzar nuestros objetivos. En esos momentos, recuerda, las grandes gestas requieren enormes esfuerzos.

Nuestra civilización ha sido forjada por hombres y mujeres que lucharon por solucionar los problemas de su tiempo.
Todos tuvieron la oportunidad de poner su parte en la construcción de la solución. Muchos lo hicieron, otros, no solo no actuaron así, sino que fueron parte del problema.
Ahora, nosotros tenemos obligatoriamente que escoger entre una de las dos opciones. Aportar nuestra parte para superar los retos a los que la humanidad se enfrenta o hacer a estos más difíciles de lo que ya son.

Hay momentos en la vida en los que el único sentido es pelear, mirar al presente y luchar para que pueda existir futuro.
Cuando todo es estable, predecible y aparentemente seguro, tendemos a alejar a nuestra mente en el tiempo y a situar a un lado a lo de ahora.
A veces, tendemos a enredarnos en grandes planes que, si bien es posible que algún día lleguen, también puede ocurrir que un exceso de atención en ellos provoque no ver a los pequeños, a la maravillosa rutina que no siempre valoramos.
Igualmente, común es el hábito de observar los hechos pasados con detenida atención, dándoles un valor muy superior a lo acontecido en el momento actual. Esto, sin duda, limita la visión de lo que estamos viviendo.
Se podría decir que, cuando lo que tenemos delante es muy normal, nos gusta de ir a otros momentos a buscar lo que no es así, mientras que, cuando las cosas se tornan raras, imprescindibles, peligrosas, el presente suele adquirir una importancia casi dramática.

La vida, a menudo da un giro inesperado, unas veces mejorando lo presente, otras, todo lo contrario.
Podemos soñar con un mundo estable fácil de predecir, pero solo sería una fantasía, nada que se acercase a la realidad.
Es imposible predecir y saber cómo es el devenir de los tiempos que uno está viviendo, solo nos queda quedarnos con la esperanza de que lo anhelado llegue.
Pero toda ilusión, de nada sirve si no le aplicamos el esfuerzo necesario para que esta sea alcanzada. Este no nos asegurará nada, pero sí aumentará la posibilidad de que ocurra lo más probable.

Todos debemos de colaborar para frenar, en la medida de lo posible, la expansión del coronavirus.
Para ello, lo primero, no me cabe duda, es seguir las indicaciones de los especialistas: médicos, epidemiólogos, fuerzas de seguridad del estado,...
Además, creo que tenemos otro gran deber, el de no colaborar en la histeria colectiva.
Señoras y señores, hagamos lo que nos dicen los que entienden de esto y dejemos de expandir noticias sin base alguna, de acaparar productos y alimentos más allá de lo necesario y, en definitiva, del sálvese quién pueda.
Es el momento del civismo, no del egoísmo.

Si tu pareja es una persona que siempre cree tener la razón, si defiende su postura de manera irreflexiva en casi todas las circunstancias, si cuando tú pides disculpas por tus errores esta hace hincapié en tu fallo e intenta aumentar tu malestar, cuidado, es muy posible que estés con alguien manipulador, narcisista, maltratador.
La gente con una personalidad equilibrada es capaz de reconocer que su forma de pensar es suya y que existen otras maneras de ver al mundo, se esfuerzan en bajar sus defensas y acercarse al otro y, por supuesto, cuando perciben que dañan al ser querido sienten compasión y, consecuentemente, intentan minimizar el daño.

Tú puedes ser tu peor enemigo, pero también tu mejor amigo. Alguien cruel y despiadado contigo mismo o una persona que se ofrece ánimo y consuelo.
En ti esta ser el uno o el otro, quedarte en la autocrítica feroz o ir hacia el perdón de tus errores, la búsqueda objetiva de la mejora y la aceptación de tu debilidad.
Nuestra actitud hacia nosotros es algo que podemos aprender a manejar. Esto no es igual a que sea una tarea fácil, para nada lo es. Tampoco se trata de algo que pueda lograrse y guardarse sin más. Se trata de un conjunto de hábitos mentales que tenemos que fomentar en nosotros mismos de forma continua.
Así, cuando aparezca en ti la sensación de fracaso, de culpa, de arrepentimiento,..., no insistas en castigarte más diciéndote lo mal que lo hiciste, el desastre en el que te has convertido o lo ridículo que pareces en muchas ocasiones. Acostúmbrate a observar, buscar mejora si es posible y darte ánimos para ir hacia ella si es que existe, si no, simplemente, darte un abrazo y mucho ánimo para dejar ahí todas esas emociones y pensamientos que te torturan.

Hay días muy oscuros en los que parece que nunca llegará la luz. Confía en el flujo de la vida, todo se mueve y cambia. Sé paciente, las nubes negras se irán y el sol volverá a brillar.
Hemos de aceptar que ser personas implica tener emociones y que esto conlleva experimentar las negativas y las positivas, es imposible que sea de otra manera.
Además, nuestras diferentes circunstancias, también cambiantes, harán que tengamos épocas en las predominarán un tipo de sentimientos u otros. Una fantasía del todo irrealizable es pretender algo distinto.
Así, acepta nuestra realidad y ten la templanza para dejar que las cosas sigan su curso. No pelees contra lo que no se puede ganar.

Son muchas las ideas que tenemos sobre el funcionamiento del mundo que solo se basan en lo que las personas de nuestro entorno nos dijeron, sin más base que esa, opiniones de muchos apoyadas en las de otros tantos.
Nuestros comportamientos, sin darnos cuenta, en muchas ocasiones están siguiendo una concepción de cómo son las cosas que no responde a ninguna lógica o ley natural que realmente diga que esto es así. Esto, cuando no choca con lo que lo realmente necesitamos, no supone problema alguno, pero, en los momentos en los que seguir tales creencias nos frena, continuar aferrados a ellas es un gran absurdo.

No te esfuerces en hacer que el otro entienda el mundo igual que tú, eso es imposible, él lo ve con su mente, tú a través de la tuya.
Nuestra personalidad, experiencias acumuladas, conocimientos adquiridos,..., moldean lo que percibimos y la manera en la cual interpretamos y experimentamos todo lo vivido. Esto crea la forma en la que conocemos la realidad y, por lo tanto, influye decisivamente en la manera de comportarnos en esta.
Así, podríamos decir que existen tantos mundos como observadores. Obviamente, no en sentido literal, pero sí al considerar la manera de entender a este.
Esto no quiere decir que la distancia entre unos u otros sea tan grande que haga imposible el llegar a comprender en parte la visión del otro, pero sí hace infructuoso el intento de defender nuestra concepción como la total, única y verdadera y, consecuentemente, nuestras acciones como las únicas óptimas.
De igual forma, debemos de ser conscientes de que otras personas nos contarán su interpretación de la vida desde su manera de entender la realidad, la cual podrá acercarse a la nuestra, pero nunca copiarla.

Ser querido y no corresponder es un gran peso. Querer al que siente lo mismo es una bendición.
Cuando alguien te percibe como fuente de cariño, atención, cuidado,..., no ser capaz de dar todo esto, con mucha probabilidad, te generará gran dolor.
Si una persona recibe el amor que se ve incapaz de devolver, salvo en los caso de claro egoísmo, la cuestión será trágica o, por lo menos, amarga. La persona sabrá que el daño provocado estará garantizado.
Sin embargo, si todo esto es recíproco, si lo que uno recibe puede ser dado, todo cambia. Aquí se trata de intentar hacer lo que uno siente de mejor manera, algo que todas las personas anhelamos hacer, pelear por lo que queremos.

Buscar siempre lo ideal, lo perfecto, lo que no es mejorable, puede llevarnos a espirales interminables de pensamiento improductivo y torturador.
En muchísimas ocasiones, esa opción tan ansiada nunca llegará o, si así fuera posible, encontrarla sería tan duro que haría que el coste superase al beneficio.
Acostúmbrate a ir tras lo adecuado dentro de lo posible, a por aquello que, sin tener un nivel de perfección insuperable, se presenta como una opción de bastante provecho en relación a su coste.

La sinceridad bien aplicada es algo sano que ayuda a las personas a entenderse y acercarse. Esta misma, mal usada, nos lleva a generar dolor, conflicto y distancia.
El decir lo que sentimos y pensamos se una manera en la que el otro pueda conectar con lo que le queremos transmitir requiere de remplaza y habilidad.
Esencial es entender que es necesaria la flexibilidad. No siempre, a cualquier precio y bajo toda circunstancia es sano expresar todo aquello que hay dentro de nosotros. De igual forma, la cantidad de información también debe de adaptarse al momento y al receptor del mensaje.
De igual forma, esencial es entender que la forma de lo que se dice es igual de importante. No todos las maneras sin igual de buenas, algunas harán que los otros deseen acercarse y otras pelear o alejarse.

Algunas ideas, proyectos, teorías,..., pueden ser entendidos por nuestra parte racional. Pero, realmente conocer al otro, sus necesidades, miedos, inquietudes,..., es imposible sin nuestras emociones.
Son muchas las cosas en nuestro mundo que pueden ser explicadas según una serie de reglas lógicas, las cuales, nuestra mente analítica puede llegar a captar en su totalidad. De hecho, se podría decir que esta parte de nosotros tiende a hacer esto de manera natural.
Sin embargo, cuando entramos en lo que tiene que ver con lo humano, con la manera en la que este actúa, se relaciona, crea,..., esa parte racional se queda corta. Esta necesita conectar con lo que el otro siente y eso solo se puede hacer a través de lo que nuestras emociones nos dicen.

Llevas mucho tiempo diciéndote que eres menos que los demás, que no eres capaz, que no encajas,... Tanto que has llegado a creerte que ese eres realmente tú.
Todas esa críticas que resuenan dentro de ti no son definiciones, no dicen realidades que merezcan ser tenidas en cuenta, de lo que te hablan es de todas las veces en las que te has sentido despreciado, acusado o desplazado.
A lo largo de nuestra vida son muchas las personas que, con mala intención o sin ella, nos indicaron que no estábamos al nivel que ellos querían y eso, lo queramos o no, quedó grabado en nuestro interior.

Los que nos quieren no pueden enseñarnos todo, pero sí lo más importante, a confiar en que nosotros tenemos la capacidad aprender a vivir.
El cariño nos hace sentir seguridad en esas personas que nos lo dan, lo cual, a su vez, nos provoca lo mismo respecto a nosotros mismos.
Así, no hay mejor regalo a otro ser humano que un ambiente lleno de amor, donde poder confiar en que los problemas se resuelven, los obstáculos de superan y las metas se pueden alcanzar.

La responsabilidad de tu felicidad es tuya. Los demás pueden ser apoyo u obstáculo para llegar a ella, pero nunca deberías cargarlos con la obligación de dártela ni con el poder de manejarla.
Cuando dejamos a otros que tuerzan nuestra voluntad y nos dirijan la vida, lo que realmente hacemos es renunciar al bienestar propio para que ellos alcancen el suyo.
Otro extremo está en exigir a alguna persona ajena que nos dé lo necesario para que encontremos el lugar que nos corresponde. En estos casos, los culpabilizaremos por no darnos lo que se supone que deben de proporcionar.
Diferente es participar de relaciones en las que todos nos ayudamos a perseverar en la senda de lo que necesitamos para hacer del paso por este mundo algo agradable y con sentido. Esto es apoyo y colaboración mutua, siempre bajo la responsabilidad de cada uno.

Te abandonó esa persona a la que tanto querías. Hoy crees que el dolor nunca pasará, que el sol nunca volverá a brillar y que todo en tu vida será oscuridad.
Es necesario que sepas que esto no es así. El sufrimiento de hoy en días venideros te dejará y, de manera progresiva, a una nueva versión de ti mism@ dará.
Estas experimentando la enorme tristeza que supone perder a algo muy importante. Tu mente está haciendo un gran esfuerzo por aprender a vivir sin eso que tanto significado tenía.
Ten paciencia, toda herida tarda tiempo en curar y, para que esto ocurra, debemos dejarla cicatrizar. Nosotros no podemos imponer el periodo de recuperación, solo está en nuestra mano el respetarlo.

Si estas sentado quejándote de lo poco que te gusta tu vida, muy probablemente está seguirá siendo peor mañana.
Deja de hablar con los fantasmas de tu mente y comienza a buscar el haz de luz que hay entre tanta oscuridad.
Cuando nuestra situación no es buena, es bastante posible que toda la atención se centre en todas esas cosas que nos están frenando.
Como seres humanos, tiene toda lógica que atendamos en primer lugar a eso que está siendo causa de nuestro sufrimiento. Después de todo, es nuestra principal amenaza.
Pero hay algo más que apunta en otra dirección, lejos de lo sentido en el momento. Esto nos dice que solo fijándonos en las salidas podremos dejar de ver nuestro lugar de encierro.

Avanzar en la senda de la vida, hacer el camino con todo lo que esto implica: subidas, bajadas, obstáculos,...
Parar a observar, a valorar lo recorrido y dejado atrás, donde estamos y somos, y lo que delante de nosotros nos espera.
No hay más opción que participar de este sendero que es el vivir y, si al hacerlo somos conscientes, eso mismo lo llenará de sentido.

Todos necesitamos maestros, padres, abuelos,..., personas que nos sirvan de modelos y de guías. Sobre todo, en esos ámbitos de la vida en los que no nos sirve un consejo frío, donde necesitamos la voz cálida de aquel que nos quiere.
Son muchas las orientaciones que podemos encontrar en diferentes fuentes de información. Así, en colegios, libros, Internet,..., podemos dar con explicaciones diversas de cómo enfrentarnos a diferentes problemas.
Los campos en los que es posible beneficiarnos de lo que nos llega a través de esos focos de información, con los que no tenemos ninguna conexión humana, son múltiples. Pensemos, por ejemplo, en casi cualquier cuestión técnica dentro de nuestro ámbito laboral o académico.
Sin embargo, cuando nos enfrentamos a dificultades más humanas, aquellas que tocan emociones e ideas de esas que emanan de lo más profundo de nosotros, la cosa es diferente. Imaginemos aquí a un padre primerizo, una joven que se enfrenta a su primera relación o un corazón roto que afronta su primera decepción.

Una de las formas más fáciles y rápidas para no lograr tus objetivos es dejarte llevar por el miedo a no alcanzarlos.
El miedo al fracaso, a no ser capaz de conseguir lo propuesto, es algo natural en el ser humano.
Todos, bajo ciertas circunstancias, podemos sentir desde una leve inquietud hasta auténtico pavor al enfrentarnos a diferentes retos.
El sentido común nos dice que las emociones y determinados pensamientos que suelen acompañar a las situaciones complicadas no son agradables.
Esto es así y debemos de tomarlo de esta manera, lo que implica no dejamos arrastrar por lo experimentado y sí afrontar los retos con todo esto, sin cejar en el empeño.

Hablar con las personas adecuadas de lo que nos genera incertidumbre, de lo que no nos gusta de nosotros, de aquello que nos dejó heridas que nunca curaron,..., puede ser uno de los ejercicios más maravillosos del ser humano.
Compartir nuestro mundo interior y saber que el otro está ahí, que es capaz conectar y compartir, es algo muy especial. Esto nos lleva a sentirnos cuidados, arropados, envueltos en la calidez de las relaciones.
Esta acción tan potente puede transformarse en algo totalmente dañino cuando lo que transmite aquel al que se ofrece lo más íntimo, lejos de transmitir que se nos quiere, lo que nos deja es odio, indiferencia o insuficiencia.

Los mejores proyectos, aquellos que nos proporcionan una alegría duradera y estable, se viven poco a poco y día a día. Necesitan del contacto suficiente para ser conocidos en profundidad, para que se hagan parte de nosotros y que, de alguna manera, siempre estén presentes.
Las relaciones personales, los proyectos laborales, incluso cosas aparentemente más terrenales como el cuerpo humano, son fuentes de matices, de nuevos aprendizajes, de nuevos estados psicológicos,... Estos no pueden ir siendo descubiertos si no nos tomamos el tiempo necesario para ello, si solo nos quedamos en la superficie, en el adorno, en la palabrería.
Así, en este mundo de velocidad, de fuegos artificiales, de satisfacción inmediata,..., suele escasear la paciencia para conocer lentamente, para saborear poco a poco, para conectar realmente con lo que hacemos. En esa búsqueda de la emoción fuerte e impactante nos olvidamos de la sosegada y sincera.

No todos entendemos las relaciones de pareja de la misma manera. Las expectativas, necesidades y, en línea con estas, la forma de comportarnos, pueden ser muy diferentes.
El hecho de que exista cierta distancia entre lo que uno y otro sienten y piensan es algo normal y sano. Ofrecer nuevas perspectivas enriquece la manera de vivir el mundo sentimental, hace que ambos crezcan en la relación.
Una equivalencia total, además de casi imposible, empobrece el desarrollo de cada uno. Lo contrario, una diferencia excesiva, lleva a vivir en una tensión casi imposible de sostener a lo largo del tiempo.

La persona equilibrada se preocupa por el daño que puede llegar a hacer a los demás. Pero él no se excluye, se considera igual, no más, pero tampoco menos. Así, intenta no perjudicar a nadie, tampoco a él mismo.
Aquel que piensa en los otros, poniendo los intereses de estos antes que los propios, es alguien no sano. Podríamos entender a esta persona como sumisa y, consecuentemente, irrespetuosa con su propia persona.
En el otro extremo, encontraríamos al que solo perjudica al otro y nunca a él. Ese ser narcisista que antepone su bienestar al de todos, sin dar ninguna importancia al sufrimiento ajeno y toda al propio.

Esa voz que te dice no vales, eres inferior, no estás a la altura,..., esa es es la que te está frenando. Esa parte de tu mente te castiga y hace sufrir de la misma manera que lo haría un padre cruel e insensible.
Por desgracia, no puedes extirparla de tu mente como el cirujano que extrae un cuerpo extraño. No tenemos la capacidad de deshacernos de esos pensamientos y emociones críticos que nos atormentan de forma directa, expulsándolos sin más.
Por suerte, sí es posible dejarlos a un lado, como lo que son, una parte nociva de nuestra psique que debe ser tomada como algo inútil, como un elemento dañino que solo merece ser arrinconado, ignorado y aislado para que él mismo perezca por la inanición provocada por esta distancia.

Es necesario tener cierta distancia con lo que pensamos y sentimos. Mente y realidad no tienen que ser la misma cosa.
Al cabo del día son muchas las cosas que aparecen en nuestra consciencia y no todas son de utilidad.
Si intentamos tratamos a todo esto como algo a lo que siempre debemos de responder, estaremos perdidos.
Así, hemos de diferenciar entre ese mundo interno y la realidad. En ocasiones existirá similitud, pero no son lo mismo.
Tampoco se trata de ignorar por sistema, sino de discriminar entre lo que es válido para ser tenido en cuenta y lo que no.

Llevarnos bien implica aprender de nuestros errores, darnos cuenta de que a veces nos confundimos al interpretar los sentimientos y pensamientos del otro y que a este le ocurre lo mismo.
Si buscas que los demás se comporten de una manera siempre correcta contigo, solo encontrarás frustración. Lo mismo que si crees que tú lo lograrás. Hay cosas que simplemente no son posibles.
Así, lo que deberíamos esperar los unos de los otros es la intención de mejora, el esfuerzo por leer lo que tenemos dentro, pero nunca una ilusoria perfección que jamás podrá ser encontrada.

Si esperas a sentirte bien para hacer lo que tienes que hacer, es muy posible que nunca lo hagas.
Dejarnos arrastrar por las emociones en todas las ocasiones nos llevará a vivir únicamente reaccionando a lo que pasa en ese momento.
La vida no solo requiere actuar a corto plazo, también necesita que seamos persistentes en muchas conductas que, si bien en ese momento conllevan malestar, a largo plazo provocarán bienestar.
Así, para conducirnos de una manera realmente eficaz, debemos encontrar un equilibrio entre reacciones destinadas a solventar lo sentido en ese tiempo concreto y lo que sentiremos al ser constantes.

Evitar aquello que nos aleja de lo importante será de lo más útil que podamos hacer. Alejarnos de lo valioso por evitar cosas molestas será de lo más perjudicial que lleguemos a realizar.
Es algo esencial en la vida conocer cuándo es sano evitar y en qué momento es todo lo contrario, dañino.
Una cuestión esencial para conocer la diferencia es observar la dirección en la vida que nos conduce hacia un lugar realmente importante.
Con conciencia de la senda valiosa podremos saber qué es lo que nos entorpece el camino y, de esa manera, identificar aquello que es evitado de una manera correcta.
De igual manera, también será más fácil ver con claridad aquello que al ser evitado nos aleja de lo realmente significativo. Aquellas cosas que al ser dejadas a un lado hacen que igualmente lo hagamos con lo que importa.

A algunas personas les cuesta ver que no siempre tienen razón, que las cosas no van mal por culpa de los demás en todas las ocasiones, que la causa de sus males también depende de ellos
Son muchos los que creen que su forma de ver la vida es la única y que aquellos que la ven de otra manera están equivocados. Los que sienten que el pensamiento diferente es un ataque hacia ellos.
Los que solo ven enemigos, viven en un lugar lleno de rencor, un mundo en el que la mayoría de los otros busca dañarlos, en el solo existen los buenos y los malos, o, lo que es igual, los que con ellos están de acuerdo y los que no.

Encontrar nuestro lugar en la vida, aquello con lo que realmente estamos cómodos, lo que encaja con nuestra personalidad, suele ser una tarea compleja.
Algunas personas tienen la gran suerte de encontrar un trabajo con el que se sienten realizados muy. Los más, necesitan probar muchos para llegar a esto.
Con las parejas suele pasar algo similar, aunque existen aquellos que encuentran en su primera relación a una persona con la que compartir la vida de una manera satisfactoria, son numerosos los que deben pasar por varias para llegar a esto.
Dificultad no implica imposibilidad. Así, el hecho de que sea difícil no debería ser excusa para renunciar a ello, sino simplemente ser visto como lo que es, algo muy valioso y costoso.

A veces, lo que más cuesta es no hacer cosas por los que queremos. Existen momentos en los que intervenir en la vida del otro es un perjuicio.
Cualquiera necesita apoyo, sentir que hay gente que vela por su intereses y que, en un momento dado, le servirá de refugio.
De igual manera, todos tenemos un espacio personal, el cual, si no es respetado, generará gran malestar.
Así, las dificultades en la relación con los demás pueden venir por no ofrecer lo que se necesita, pero también por insistir en dar lo que no se quiere.

Día de Reyes, en el que, por encima de todo, se celebra la magia de regalar, a cualquier ser querido, pero, sobre todo, a los más pequeños de las familias.
La tradición tiene su origen en unos personajes que habitaron oriente, considerados reyes, magos y, en muchos lugares, también sabios.
No se conoce reino gobernado por aquellas personas, sí su solemnidad y su capacidad para seguir señales que los demás no supieron leer y menos seguir.
Así, su magia parece residir en su sabiduría y, a la vez, esta parece mágica. Ambas al servicio de ofrecer al otro, de demostrar a los seres valiosos que realmente lo son.

Nuestra capacidad de razonar es una de las herramientas más útiles que tenemos como humanos y quizás una de las que más nos diferencia de los demás seres.
Pero, como todo elemento poderoso, también puede tener un lado oscuro. En ocasiones, esta gran virtud nos lleva a caminar en sendas sin final.
Buscar explicaciones, soluciones, salidas a todo lo que nos inquieta, puede conducirnos a bucles interminables que generan gran cantidad de dolor.
Con mucha frecuencia, esto es necesario y útil. Sin embargo, también se dan las ocasiones en las que no hay manera de evitar lo que nos daña, encontrarle explicaciones o mejores soluciones.
Así, una habilidad esencial en las personas es saber en qué momento dejar de buscar y sí actuar en una dirección u otra, lejos de dañinos círculos de pensamiento que no llevan hacia ningún destino.

A veces estamos tan cerca el uno del otro que no nos podemos ver completamente. A tan corta distancia que solo somos capaces de percibir pequeñas partes.
El detalle es muy valioso, pues en él hay cosas que no pueden ser vistas en la totalidad. Pero, solo este, sin una visión global, no permite observar todo lo que es la persona.
Así, ambas perspectivas son necesarias. No podemos conocernos y valorarnos realmente sin contemplarnos en diferentes distancias de una manera dinámica, en la que se combinen y alternen estas sin permanecer excesivo tiempo en la una o en la otra.