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CONSEJOS PARA ENTENDERTE CON TU HIJO ADOLESCENTE II.

El artículo que aquí se presente se marca como objetivo sintetizar los consejos que Faber y Mazlish (2006), famosas expertas en comunicación, ofrecen en su libro Cómo Hablar Para Que Los Adolescentes Le Escuchen Y Como Escuchar Para Que Los Adolescentes Le Hablen, destinado este a aquellos padres de hijos adolescentes que deseen mejorar la comunicación con estos últimos. Complementando, de esta manera, el escrito Consejos Para Entenderte Con Tu Hijo Adolescente, que hizo algo similar con lo ofrecido por Juul (2012) en su libro La Pubertad.

Las autoras nombradas señalan en primer lugar la necesidad de mantener un clima de comunicación óptimo ente padres e hijos, el cual permita que estos últimos sientan que pueden expresar todo aquello que les inquieta e ilusiona y que, al hacerlo, serán escuchados y apoyados para afrontar los diferentes retos en la mejor manera. Para ello, es estrictamente necesario que el adulto preste atención y haga un esfuerzo por entender los sentimientos de los jóvenes, en lugar de expresar rechazo o no atención.

Para mostrar la aceptación de los jóvenes se propone el uso de dos estrategias complementarias entre sí. Una de ellas consiste en expresar verbalmente las emociones y pensamientos de los menores;  la otra propone, a través del humor, ofrecer a los adolescentes formas imaginarias de algo que es imposible que acontezca. Par entender mejor esto, se propone a continuación un ejemplo de conversación en la que podrían usarse ambas técnicas.

Imaginemos un diálogo  entre un adolescente que quiere salir con sus amigos y, a la vez, debe estudiar para un examen:

—Qué fastidio, mis amigos me llaman para salir  justo el día antes del examen de matemáticas —comenta la adolescente.

—Parece que has tenido mala suerte, hagas lo que hagas te pierdes algo que quieres hacer —responde el padre haciendo uso de la la verbalización de lo que piensa y siente el menor.

—Estaría bien que te dividieses y una parte de ti fuese con tus amigas de fiesta y la otra se quedase en casa estudiando — responde el padre utilizando una forma imaginaria algo que no se correspondiese con lo que realmente puede suceder.

 

En el caso de la primera forma de responder, la autoras, recomiendan reforzar las verbalizaciones con palabras o interjecciones como << ¡Vaya!, !Qué faena!, etc.>>.

También se propone el complementar estas respuestas de manera que ayuden al cambio de actitudes mediante el uso final de una breve explicación que sirva como semilla del cambio. Así, siguiendo el diálogo anterior, el padre podría responder de la siguiente manera: <<sé que es un fastidio lo que te ha pasado y que el perderte una noche con tus amigas es duro, pero claro, ese examen es importante y, sin estudiar, es imposible>>.

Además de crear una buena base en la relación mediante  de un clima de aceptación, se ofrecen en el libro consejos para  lograr una mejor colaboración del adolescente  en las diferentes tareas comunes a toda la familia o más implicación en aquellas que le incumben en forma exclusiva al  joven. Ninguno de estos se describe como infalible por sí solo, ni para todos los casos, pero si como un conjunto de herramientas que pueden ir probándose para, una vez comprobada su eficacia, usar las que mejor se adecuen a casa caso y persona. Todas ellas tienen en común el alejarse de métodos de poca eficacia como los sermones, órdenes, acusaciones, amenazas, castigos,…

Una de las propuestas es pedir colaboración mediante la descripción de lo que ocurre en lugar de en forma de orden.  Por ejemplo, a un chico que come con la boca abierta, será más útil que se le explique <<comer con la boca abierta es algo que se considera de muy mala educación y, por eso, no se debe hacer,  ni tampoco hablar con la boca llena>> que, en cambio, se use una expresión del tipo << ¡deja de comer con la boca abierta!>>.

Otra opción es que el padre o madre den a conocer sus sentimientos personales, expresando, por ejemplo: <<ver la comida que masticas me revuelve el estómago y me quita el apetito>>.

El proporcionar información también es una buena posibilidad, lo cual podría realizarse en esta forma: <<comer con la boca abierta es una acción que a las demás personas les da asco y posiblemente hablen mal de ti a tus espaldas y piensen que eres un maleducado y una persona sucia>>. 

También se pueden ofrecer diferentes opciones con las que se, además de dar posibilidades de elección, se muestran formas de conducta apropiada sin caer en la imposición; por ejemplo: <<prefieres comer con la boca cerrada, o que los demás nos vayamos a otra mesa>>.

Otra estrategia, complementaría a las demás, es el usar formulas muy breves y concisas con las que se establezca un lenguaje común que requiera de muy poco esfuerzo de entendimiento y de expresión. Un ejemplo de esto sería el decir solo << ¡boca!>>.

También hacen hincapié las autoras en la opción de expresar lo que se espera de los hijos y, en definitiva, de los valores familiares como algo de suma utilidad y que es muy aconsejable ser probada. Por ejemplo:  <<en esta casa es importante que todos intentemos facilitar las cosas a los demás y el comer de una manera en el que todos estemos cómodos es algo muy importante, ya que el momento en que comemos es  uno de los mejores para estar en familia>>.

Otra técnica que se propone, en la búsqueda de mejorar la colaboración de los adolescentes, es el uso de gestos simples como taparse la boca, hacer el gesto de la cremallera en la boca, etc. 

Una última herramienta presentada en este ámbito es el uso de la escritura. Así, siguiendo el ejemplo anterior, el padre o madre podría escribir algo como <<comer con la boca abierta es algo que solo hacen los animales, a las personas no nos gusta ver lo que hay dentro de la boca de los demás mientras comen>> y dejarlo en un lugar visible como el frigorífico, algún tablón, etc.

Se proponen también en el libro una serie de pautas para ayudar a la resolución de los problemas que seguro surgirán entre padres e hijos, guiándose estas por la idea de que la superación de estos debe ser a través del consenso y no a través de la imposición de directrices por parte de los primeros. Estas, a diferencia de los consejos anteriores, siguen una secuencia que, para poder ser eficaces, debe ser seguida el orden propuesto.

Lo primero que ha de lograr el progenitor es que el menor aporte su visión de la historia. Se trata pues, de dejar que este se exprese libremente y de escuchar sus argumentos sin caer en la reprimenda, sermón, etc. Tras esto, en la misma manera, el adulto será el que deba exponer su propio punto de vista y, una vez hecho esto, invitar al adolescente a buscar soluciones consensuadas; anotándose estas y , por último, revisándose la lista y tomando la decisión entre ambos de cuáles son las mejores y de la manera de ponerlas en práctica.

Como ejemplo, se muestra a continuación un diálogo entre una adolescente y su padre que opina que el primero tiene su habitación desordenada.

— ¿Te parece bien cómo tienes tu habitación?, ¿te parece desordenada?, ¿te molesta cómo está?  —Pregunta el padre de forma sosegada con la intención de conocer el punto de vista del adolescente.

—No me molesta, tengo las cosas organizadas aunque no lo parezca —El adolescente responde bajo su propio punto de vista y el adulto escucha atentamente.

—A mi si me parece desordenada, no me parece higiénico que esté todo tan sucio —El padre expone su forma de ver las cosas.

—A mí me molesta y a ti no, seguro que hay un punto medio en el que a mi deja de molestarme sin que tú te sientas mal, vamos a sentarnos y a buscar la manera en la que los dos nos quedemos conformes — El padre anima al joven a buscar soluciones conjuntas.

Por último, ambos proponen las opciones se les ocurren, mientras  el adulto las anota en un papel. Al final, entre los dos analizan la lista y escogen las que ven más factibles; después buscan la manera de ponerlas en práctica 

Otra cuestión que tratan las autoras y que es de suma importancia es el uso del castigo forma de redirigir la conducta del adolescente. Estas parten del hecho contrastado a través de su dilatada experiencia de que, en la mayoría de casos, este no consigue realmente el objetivo buscado, lograr que los chicos se vuelvan más responsables y, por el contrario, suele conllevar otros efectos bastante perjudiciales como la pérdida de confianza en sí mismos y en los adultos y la habituación al uso de estrategias de engaño hacia los padres. Por lo tanto, para estas expertas en comunicación, a pesar de que el castigo es la técnica usada con mayor frecuencia por la mayoría de padres, existen otras alternativas mucho más eficaces y con menos perjuicios; las cuales son expuestas a continuación, sirviendo como cierre a este artículo.

Una de estas otras formas de actuar que pueden suplantar al castigo es la de comunicar los sentimientos. Es decir, cuando el chico o chica hace algo que disgusta a cualquiera de los padres como el desobedecer una orden, estos pueden expresar su pesar en la siguiente manera: <<me he llevado un susto de muerte al ver que no venías”, “me siento decepcionado con tu mentira,…>>.

A la vez, se recomienda  hacer saber las expectativas o, en otras palabras, comunicar lo que realmente se espera de los jóvenes. Por ejemplo: <<espero de ti que, en caso de que se te haga tarde, me avises para que me quede más tranquila. Quiero tu sinceridad, para mi es importante que me cuentes lo que ocurre en el instituto>>.

Estas estrategias señaladas, deben acompañarse de educación en la corrección de los errores. Por ejemplo, imaginemos una niña que no asiste a una cita con algún amigo o adulto. En este caso estaría bien exponerle ideas sobre diferentes maneras de pedir disculpas, como por ejemplo: <<podrías llamar a tu amiga y pedirle disculpas, enviarle un email, un mensaje telefónico, etc.>>.

Un último y destacado consejo es  siempre ofrecer  alternativas para que el adolescente pueda reenfocar su conducta. Así, imaginemos que un chico desobedece una orden como la de llegar a casa el sábado noche a cierta hora; en lugar de castigar simplemente con no salir en una semana se le puede dar la opción de que cuando haga todos los deberes y obligaciones y, además cumpla con los horarios establecidos durante un tiempo prudencial, volverá a tener la confianza para salir el sábado noche.

 En general se trata de que se le de poder al menor, que este sienta que puede hacer algo para solucionar las cosas, a la vez que el padre o madre continúan teniendo el mando. Así, se busca un equilibrio entre un no exceso de autoridad ni tampoco de permisividad;  permitiendo esto que el adolescente tenga la referencia clara del adulto, mientras continua el desarrollo propio, sin ser limitado en su capacidad de aprendizaje y adquisición de progresiva independencia. Se trata, por tanto, no solo de corregir conductas inadecuadas, sino de favorecer el crecimiento psicológico.

 

Lista De Referencias.

Faber, A.  y Mazlish, E. (2006). Cómo Hablar Para Que Los Adolescentes Le Escuchen Y Como Escuchar Para Que Los Adolescentes Le Hablen. Barcelona. Medici

 

Juul, J. (2012). La Pubertad, Cuando Educar Ya No Funciona. Tener Serenidad En Tiempos Difíciles. Barcelona. Medici.

 

Autor: Juan Antonio Alonso

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