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COMUNICAR PARA PEDIR Y COMUNICAR PARA COMPARTIR.

Comunicar es un acto que las personas hacemos de manera casi continua. Ya sea mediante palabras, mensajes escritos, nuestra forma de vestir o simplemente a través del modelo de teléfono que usamos, estamos transmitiendo información a los otros.  Se podría decir que, queramos o no, de múltiples maneras, enviamos mensajes de los que solo tenemos conciencia de algunos de ellos. Precisamente, este desconocimiento nos lleva a que, en muchísimas ocasiones, podamos confundirnos al interpretar lo que se nos da y, de igual forma, contestar de manera incorrecta.

Importante a tener en cuenta es el hecho de que en un mismo mensaje influyen diferentes componentes. Así, por ejemplo, en aquellos que se envían a través del  habla, no solo cuentan las palabras, sino que también los gestos, el volumen, el tono,…., más otras cosas menos obvias  como el momento en el que  estos se llevan a cabo, la relación previa de los hablantes, el lugar donde se realiza y muchos otros elementos  difíciles de enumerar en su totalidad. Hablamos de partes que se  complementan entre sí  para ofrecer una información  que comúnmente  es percibida de forma unitaria, aunque existiendo siempre  la posibilidad de ser descompuesta en sus diferentes porciones por un receptor atento.

Lo transmitido podría clasificarse en dos grandes niveles, uno que corresponde con lo que es posible entender como contenido y otro que tiene que ver con la relación entre el que ofrece y el que recoge el mensaje. El primero hace referencia a la información explicita de lo que se comunica y tiene la forma de palabra hablada o escrita. El otro hace sentir emociones e ideas no contenidas en la otra parte, conduciéndose a través de lo que se considera como lenguaje no verbal y paraverbal: gestos, tono, volumen, etc. 

Un aspecto esencial a tener en cuenta y que, precisamente por no ser así, en ocasiones es fuente de malestar en las relaciones humanas, es lo que tiene que ver con la causa de lo que se comunica o lo que también estaría bien conocer como función de esto.  En otras palabras, aquello que se dice puede hacerse persiguiendo diferentes fines que, en línea con lo descrito en párrafos anteriores, marcan relaciones distintas entre emisor y receptor, lo cual, de ser interpretado de manera errónea, llevará al malentendido y la confusión.

A grandes rasgos e intentando simplificar diferentes clasificaciones, podríamos hablar de dos grandes funciones en el acto comunicativo. Una sería la orientada a pedir, ordenar, preguntar,… Aquí podemos meter a  aquellos mensajes que buscan obtener resultados concretos, ya sean estos de índole material o simbólica. La otra sería aquella donde las metas no son cuestiones concretas como las señaladas,  sino que su carácter sería más general, las cuales podrían entenderse como relacionadas con la necesidad de compartir la experiencia.

Lo descrito podemos encontrarlo de manera de forma frecuente en nuestro día a día. Así, por ejemplo, cuando charlamos con alguien con la intención de solucionar algo concreto, lo hacemos movidos por la primera causa descrita, sin embargo, cuando lo hacemos solamente con la intención de interactuar y compartir estaríamos hablando de la segunda.

El entender de manera diferente lo que se persigue en la comunicación es sinónimo de dificultad, sobre todo en aquellos contextos en los que existen amplias necesidades de entendimiento, como se da en la pareja, la amistad o la familia. Así, a menudo es frecuente encontrar a personas que, a pesar de esforzarse en entenderse, no llegan a hacerlo, no porque su intención  no sea esa, sino simplemente  porque no ambos están intentando dar o recibir cosas diferentes.

En definitiva, se puede afirmar que es muy importante tener en cuenta que lo que nos dicen no siempre va destinado a pedir soluciones o cuestiones concretas y que, en ocasiones sí será así. De igual manera, es esencial ser conscientes de que muchas veces se nos habla simplemente para compartir, sino que será buscando otra meta. Obviamente, la respuesta deberá ir acorde con el sentido del acto comunicativo, ya que, de no ser así, el entendimiento será imposible y el conflicto muy probable.

Autor: Juan Antonio Alonso.

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