No solo es la persona, también es el momento. Todo tiene su tiempo y no siempre es el ideal para que nuestras mentes y corazones puedan quererse y
entenderse.
Importante es que exista entre nosotros lo necesario para conectar, pero no menos valioso es que estemos en la etapa de nuestras vidas adecuada para ello.
Por desgracia, a veces el hombre o mujer correcto llega inoportunamente. Por suerte, no siempre nuestro camino tiene separarse de manera permanente.
Aunque partes nuestras permanecen casi inmóviles a lo largo de los años, otras mutan conforme estos pasan y las circunstancias cambian. De igual manera, la manera
de entender al otro y de interpretar lo que sentimos, también se modifica.
Así, puede darse que nos encontremos con alguien especial, una persona con la que los sentimientos y pensamientos nos puedan llevar a establecer un vínculo sano y
fuerte, pero que, a la vez, algunas formas de leer la situación no se presten a ello.
Los mismos actores, tras vivencias varias, pueden llegar a dejar caer viejas creencias, barreras que en su momento no pudieron saltar, velos que nublaron su
percepción. Entonces, si los acontecimientos son favorables y estos los llevan a reencontrarse, y, si además ellos tienen la suficiente claridad para entender su cambio, lo que antes pareció ser
imposible, ahora será alcanzable.
No siempre las cosas se dan así y puede ocurrir que la historia no acabe con un final tan feliz. Sería posible que se diera que los amantes no llegaran a verse de
nuevo o, aun haciéndolo, pudiera ser que no tuvieran la valentía o sabiduría para entender que se les dio una segunda oportunidad.