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NO ME GUSTA MI CUERPO, ¿ES GRAVE?

La imagen que cada uno de nosotros tenemos de nuestro propio cuerpo difiere, en mayor o menor medida, de la que los demás tienen de él; la cual, además, difiere de la que tienen entre sí unos y otros. Por lo tanto, lo que se conoce como imagen corporal no es algo objetivo, no sujeto a la interpretación de cada persona;  por el contrario, se trata de una composición conformada por la percepción del cuerpo, más  todas las emociones y pensamientos asociados a esta. 

Como fenómeno subjetivo que es, la imagen corporal no se crea de forma aislada a las diversas experiencias que vivimos a lo largo de nuestra vida. Esta es influida en gran medida por cuestiones como los cánones de belleza que marca la sociedad en la que vivimos, la opinión de diferentes personas de nuestro entorno social y familiar o los mensajes que nos transmiten los medios de comunicación; siendo el resultado de la evaluación que hacemos de aquello que percibimos por medio de los numerosos elementos mentales que poseemos y de los distintos mensajes que nos llegan desde el exterior.

En sociedades como las presentes en la mayoría de países desarrollados o en vías de desarrollo, la apariencia física y, por tanto, la imagen corporal tienen una gran importancia para la mayoría de personas, hecho que incita a plantear algunas preguntas al respecto: ¿Qué ocurre cuando esta no es positiva? ¿Qué efectos tiene en nuestra salud y bienestar el que no consideremos que esta es la debería ser? 

En la actualidad, el manual de diagnóstico psiquíatrico DSM 5 (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013) considera la alteración en la forma en la que alguien percibe su propio cuerpo uno de los principales elementos definitorios de los dos trastornos más conocidos dentro de la categoría denominada como evitación o restricción de la ingestión de alimentos; la  anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa. Este hecho resalta la implicación de la imagen corporal en la salud y el bienestar, pero, a la vez, crea nuevos interrogantes: ¿Esta basta por sí sola para hacer que la persona caiga en conductas que puedan ser clasificadas como un trastorno de los señalados? Dicho de otra manera ¿El tengamos  una imagen corporal negativa nos hace estar en riesgo de desarrollar uno de estos trastornos? O, desde otra perspectiva ¿Cuándo alguien padece un trastorno como la anorexia o la bulimia se debe a su mala imagen corporal?

La respuesta a estas interrogantes puede rastrearse a través de los datos aportados por diferentes investigaciones que señalan con claridad que la insatisfacción que una persona muestra con su propio cuerpo es un factor de riesgo para padecer los trastornos señalados, siendo también evidente que esto no es siempre así y que no todas las personas que tienen una imagen corporal negativa desarrollan la problemática indicada; necesitándose para ello la intervención de un elemento clave conocido como fusión cognitiva (Ferreira, Palmeira & Trindade, 2014).

Con fusión cognitiva, los autores citados arriba hacen referencia al hecho de que la persona considere la imagen que tiene de su propio cuerpo como una realidad  y no como una simple construcción mental que, como tal, no debe ser interpretada más allá. Así,  la cuestión clave para poder interpretar si nuestra valoración corporal negativa puede conducirnos a desarrollar  un trastorno no será tanto la presencia de esta, sino si tenemos o no la capacidad para darnos cuenta de que solo es eso;  mente y nada más.  Para Ferreira, Trindade & Martinho  (2015), en las situaciones en las que la persona considera la imagen corporal como algo que es necesario atender y evitar, esta intentará responder a la experiencia negativa que esto le supone con conductas poco saludables como la no ingesta de comida o el vómito provocado; características ambas de los trastornos ya señalados.

Una vez conocidos estos elementos clave, nos queda preguntarnos acerca de las técnicas de las que pueden hacer uso aquellos de nosotros que estemos en riesgo. Al respecto, en un estudio llevado a cabo por Mancuso (2015) en el que estudio la relación existente entre las emociones y pensamientos originados por la propia imagen corporal insatisfactoria y la evitación de estos en una muestra 156 mujeres, concluyó que terapias que trabajan de forma específica esta relación, especialmente  la terapia de aceptación y compromiso, pueden ser muy útiles para ayudar a aquellas personas que, aún no padeciendo un trastorno alimenticio, están en riesgo de padecerlo.

 

Lista de referencias.

Asociación Americana de Psiquiatría. (2013). Guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM 5. Arlington, VA. Asociación Americana de Psiquiatría.

Ferreira, C., Palmeira, L. & Trindade. (2014). Turning eating psychopathology risk factors into action. The pervasive effect of body image-related cognitive fusion. Appetite. 80. 137-142.

Ferreira, C., Trindade, I. & Martinho, A. (2015). Explaining rigid dieting in normal-weight women: the key role of body image inflexibility. Eating and Weight Disorders - Studies on Anorexia, Bulimia and Obesity. 1-8.

Mancuso, S.G. (2015). Body image inflexibility mediates the relationship between body image evaluation and maladaptive body image coping strategies. Body Image. 16. 28-31. doi: 10.1016/j.bodyim.2015.10.003

 

 

 

Autor: Juan Antonio Alonso

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