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DISCUSIONES EN EL HOGAR. DOS RAZONES POR LAS QUE ESTO OCURRE.

En cualquier ambiente familiar es común encontrar situaciones tensas, momentos en los que algunos de sus miembros entran en disputas de diferente tipo. Así, las discusiones entre cónyuges, hermanos o de padres con hijos, son algo con lo que gran parte de las personas convivimos en algún momento de nuestras vidas. De igual forma, es bastante frecuente escuchar en el seno de estas familias comentarios de unos integrantes en relación a otros, en los que se reprochan las conductas  que tiene que ver con las habituales confrontaciones. Del malestar que supone lo descrito, dejan testimonio frases como <<sólo te peleas en casa y no con la gente de fuera>>, <<con los demás eres muy simpático y aquí tienes un carácter insoportable>> o <<a los demás les perdonas todo y a mí no me pasas ni una>>. En todas ellas, de una forma u otra, se deja constancia de que las reacciones airadas que se muestran en el hogar molestan, pero, es más, resultan en parte incomprensibles o sorprendentes, lo cual ocurre en el momento en el que se comparan con las respuestas comedidas que a menudo son mostradas en el exterior por los mismos que en el ambiente doméstico actúan de una manera impulsiva, presas de la ira.

El origen de esta diferencia de conducta puede responder a variados factores. De estos, dos son observados con mucha frecuencia entre los profesionales que trabajan con familias y que, por lo tanto, están habituados a enfrentar situaciones en las que la problemática señalada es común. Uno de ellos es derivado de la falta de entendimiento percibido por aquel que tiende a la discusión y otra por un motivo muy distinto, debido a la cercanía y comodidad que supone el ambiente familiar.   Obviamente, ambas fuentes de discordia pueden presentarse a la vez o de manera individual, aparecer en diferentes formas y niveles de intensidad, o afectar a todos los miembros o sólo a algunos.

El primer factor de los señalados, el que hace referencia a la falta de entendimiento, funciona en la siguiente forma. Todas las personas, cuando intentamos llevar a cabo una comunicación íntima, de calidad, para que esta tenga éxito, necesitamos percibir que aquellos con los que intentamos conectar nos ofrecen una respuesta comprensiva que, en mayor o menor medida, nos muestre que aquel al que nos estamos dirigiendo nos valora. Lo dicho, descrito con más detalle por el modelo denominado conciencia, coraje y amor, al aplicarse al contexto familiar, no sólo nos puede indicar la manera de establecer un buen vínculo, sino que también nos habla de cómo puede comenzar el conflicto. Si el que intenta comunicarse, en lugar de recibir una respuesta de los otros que denote aceptación, lo que obtiene es una que le haga sentir atacado, dejará de ahondar en sus intimidades, lo cual podrá quedar en eso o ir más allá. En este último caso,  la persona dejará de comunicarse y se alejará del resto de miembros de la familia o, como se quiere poner de manifiesto en este artículo, contraatacará con furia.

La otra causa nombrada anteriormente como posible origen de choques en el hogar hace referencia a una cuestión que también tiene que ver con el establecimiento de una conexión íntima y de calidad. Aquí, sin embargo, no se trata tanto de un déficit en alguna de las partes del modelo nombrado en el párrafo anterior, sino más bien de un efecto colateral del buen funcionamiento.  Si prestamos atención a este, cuando el proceso necesario para crear una comunicación íntima aún no se ha dado en el tiempo e intensidad necesarios existirá una limitación emocional que impedirá que una persona se relacione con otra de una manera abierta. En otras palabras, cuando todavía no se ha establecido la intimidad necesaria, todos sentimos cierta vulnerabilidad para contar determinadas cosas. Sin embargo,  cuando interactuamos con  otros de una manera continua y estos nos responden de una manera empática, desparecerá el miedo para ahondar en nuestras conversaciones con esas personas. Es aquí, cuando ese filtro ha desparecido y ante situaciones en las que estamos en desacuerdo con los otros, el momento en el que podemos actuar de una manera despreocupada, sin tener en cuenta que ciertas cosas  hacen daño a los otros. Puede decirse que el sentimiento de vulnerabilidad que nos hace ser comedidos en ambientes ajenos al hogar, aquí no existe y, por lo tanto, corremos el riesgo de comportarnos de una manera más impulsiva.

Lo descrito aquí nos habla de dos componentes de un mismo proceso que pueden actuar como agentes desencadenantes de situaciones incómodas. De una forma u otra, para paliar en modo alguno el daño que esto puede provocar, es tarea útil es distinguir cuál de ambas causas es la que está ejerciendo su influencia y, de esa manera, trabajar en la dirección correcta. En un sentido, se trataría de aumentar una respuesta comprensiva al emisor de los mensajes cuando se detecta su ausencia, a la par que evitar las que se denotan ataque. En caso del segundo factor descrito, ante la ausencia del un filtro emocional que impida respuestas inadecuadas, la persona tendrá que trabajar en paliar la ausencia de una manera racional.

 

 

Autor: Juan Antonio Alonso.