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EMPÚJAME PARA ABRIR MIS OJOS, NO PARA CERRÁRMELOS.

La necesidad, de arriesgarnos a ir más allá de lo conocido, de enfrentar el miedo de lo que no controlamos, de salir de la denominada zona de confort, son formas diferentes de decir algo que hoy día es tenido por la mayoría de personas por una máxima en su vida.

Cuando hacemos referencia a esto, hablamos de la necesidad que todo individuo tiene de no quedar en la comodidad de lo rutinario como hábito principal y sí tener una actitud orientada al crecimiento, la independencia y la mejora.

Expresado de manera diferente, es la idea de que, si se le quiere sacar partido a esta vida, la única vida que nos ha tocado vivir, tenemos que estar dispuestos a soportar las incomodidades y miedos que puede traer todo proceso que nos haga ir más allá de los límites establecidos por nuestro entorno familiar, social y psicológico.

Lo dicho se puede interpretar como un proceso individual que se inicia desde la voluntad y entendimiento de la persona, pero también como algo que parte desde otro, desde alguien que pone su esfuerzo en hacernos tomar conciencia de la necesidad de lo dicho y, en muchas ocasiones, también de mostrarnos que no lo estamos haciendo aunque así lo creamos.

Desde aquí, resulta sencillo describir fácilmente dos formas diferentes de interpretar algo que puede llevarnos a equívoco cuando nos viene de alguien con quien compartimos una relación de pareja. Me refiero a la sensación de ser empujados al cambio y, por tanto, a experimentar incomodidad, esa que acompaña al hecho de que la persona que nos quiere nos diga cosas duras de escuchar.

Una de las formas en las que alguien puede hacernos pasarlo mal se relaciona directamente con lo descrito arriba. Esta sería algo así como empujarnos para abrirnos los ojos, la cual se caracteriza por conversaciones difíciles que nos hacen replantearnos nuestras necesidades, objetivos, barreras, etc. Aquí, la persona que está a nuestro lado, sin abandonar sus intereses, nos hace daño para lograr un bien superior, algo que nos lleve a abandonar un sufrimiento mayor que ya cargamos.

El segundo modo es totalmente diferente y, aunque también supone incomodidad, esta no va destinada a salir de una zona de confort con el objetivo de llegar a un fin mejor. No podemos hablar en esta manera de que nuestra pareja nos mueva para abrir los ojos, sino todo lo contrario, se trata de cerrar nuestros ojos. Esta es la que busca que dejemos a un lado nuestros anhelos, proyectos y relaciones para favorecer los suyos; aquí partimos de un lugar complicado para llegar a otro peor.

 

Así, estos dos estilos, que pueden llegar a parecerse en determinados momentos de una relación, son muy distintos y denotan un interés por nosotros totalmente opuesto. Ser capaces de diferenciar los matices y discernir entre el uno y el otro, implica poder conocer si estamos ante alguien que busca destruirnos en búsqueda de su bienestar o alguien que de verdad está interesado en nosotros y está dispuesto a ayudarnos a mirar hacia donde nosotros solos no fuimos capaces de hacerlo hasta el momento presente.

 

Autor: Juan Antonio Alonso