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LA COMUNICACIÓN EMOCIONAL CON NUESTROS SERES QUERIDOS.

Cuando nos implicamos en relaciones personales importantes, es decir, aquellas que tenemos con esas personas que consideramos primordiales, hijos, pareja, padres,…, lo normal es que, más tarde o más temprano, nos encontremos envueltos en una serie de actos comunicativos en los que, de una forma involuntaria, la manera en la que interpretamos las palabras, gestos y comportamientos es muy distinta a la que usamos con aquellos con los que la vinculación es mucho menor, pesemos aquí en clientes, jefes, conocidos, etc.

Esto, algo bastante reconocible por la mayoría de nosotros, al relacionarlo con los conocimientos actuales en el ámbito de la psicología, invita a la reflexión y aporta claves a tener en cuenta a la hora de, precisamente, poder llevar a cabo esa comunicación de la manera más eficaz, sana y enriquecedora. Dentro de las teorías psicológicas que pueden dar cuenta de lo que aquí ocurre, en este artículo haremos uso de algunas de las interpretaciones más actuales de la conocida como teoría del apego.

Los conocimientos actuales referentes al desarrollo humano nos hablan de que en la interacción entre cuidadores y cuidados, normalmente padres e hijos, se establece un vínculo en el que, además de la atención propiamente asistencial, el adulto ofrece algo muchísimo más valioso al infante, algo que tiene ver con el mundo emocional de ambos.

Los avances en las últimas décadas en el entendimiento de cómo se establece la relación entre el menor y los padres  ha hecho que se haya ido cambiando el foco de atención progresivamente. Así, mientras en décadas anteriores se le dio mucho peso  a la satisfacción de las necesidades biológicas, señalándose a estas como el motivo con más peso para que los seres humanos y el resto de mamíferos vengamos al mundo provistos de una serie de mecanismos emocionales y conductuales que nos llevan a buscar y solicitar la atención y cuidado de aquellos que nos lo pueden dar, hoy día se le da mucha más importancia a otro tipo de exigencias que tienen mucho más que ver con el mundo de los sentimientos.

En la actualidad, se ha podido observar que existe algo  esencial que los seres humanos debemos de manejar de una manera eficaz a lo largo de toda nuestra vida, las emociones. De manera más específica, muchos de los especialistas que estudian y trabajan bajo el prisma de la teoría del apego consideran la adquisición de una regulación emocional adecuada como la piedra angular sobre la que se sustenta el vínculo entre cuidadores e infantes.  Directamente relacionado con esto, también se señalan los déficits en la adquisición de los patrones adecuados para llevar a cabo la nombrada regulación como la causante de graves déficits que, de producirse, conducirán a la persona a padecer diferentes dificultades psicológicas más tarde o más temprano.

En  otras palabras, tanto de manera individual como grupalmente, es esencial que todos seamos capaces de conocer cómo nos sentimos, qué siente el otro y, de una manera u otra, manejarnos de la manera más eficaz posible con esto. Se puede hablar, por lo tanto, de que existe una comunicación de emociones que se establece desde los inicios de nuestra vida y que esta es esencial a lo largo de esta.

La importancia de este intercambio de sentimientos y de la colaboración para su entendimiento y manejo reside en una serie aspectos del desarrollo que se sustentan en esta. La lista sería amplia, pero brevemente podríamos señalar algunos como el propio desarrollo neuronal de los primeros años de la vida del niño, la calidad en las relaciones personales en general o los niveles de estrés y, por tanto, de bienestar individual. Además, existe otro aspecto esencial, nos referimos al hecho de que esta comunicación emocional descrita forma la base en la que descansa la aparición de otras formas más simbólicas que conducen al lenguaje, el cual proporciona el intercambio cultural y, finalmente, el conocimiento del mundo y de la persona.

Si se tiene en cuenta todo esto, parece claro que, ya desde nuestro nacimiento, el que las personas aprendamos a entender lo que siente el otro,  nosotros mismo y a cambiar ciertos aspectos de nuestra conducta en relación a ello, es más que básico, es el centro del desarrollo de las capacidades más propiamente humanas. Pero esto, que en los inicios de la vida es el centro de la relación, de manera progresiva queda solapado por otra forma de comunicación dominada por el lenguaje, más explícita y consciente. 

Se podría decir que en nuestros primeros años de vida la parte de nuestra mente que domina es no consciente, muy centrada en el momento, atenta a la novedad, muy apegada a la relación con el otro y las emociones que ahí aparecen, etc. Sin embargo, de manera progresiva, vamos desarrollando otra parte mucho más consciente, la cual representa al mundo a través del lenguaje, no tan centrada en la relación y más en el mundo en general.

Estas dos formas de funcionamiento de nuestra mente coexisten y ambas tienen un enorme peso. La que aparece de manera más tardía, las más consciente, es normalmente la más tenida en cuenta en contextos educativos, laborales y, en general, más orientados al trato con elementos más prácticos o que tienen que ver con la modificación del mundo físico. Sin embargo, cuando nos acercamos a las relaciones humanas, la otra forma de funcionar, la menos explícita y que podríamos llamar más emocional, es la que tiene el peso fundamental.

Todo lo dicho, parece conducir a que, de manera coherente, con aquellos a los que estamos unidos por cuestiones más explicitas, concretas o, por así denominarlo, pragmáticas, la parte de nuestra mente que más usamos y, por tanto, con la que nos comunicamos, es la que más consciente y distante.  Sin embargo, con los que el vínculo está mucho más arraigado y sobrepasa esas cuestiones prácticas nombradas, lo que funciones es la otra parte, la que está leyendo, intercambiando y regulando estados emocionales. Así, con estas últimas, sentiremos mucho más, a menudo tendremos reacciones que se nos escapan a la racionalidad, provocaremos en ellos sentimientos mucho más intensos, etc.

Lo que aquí se expone podría llevar a considerar que el intentar analizar cómo actuamos  y actúan los que queremos en nuestras relaciones de una manera fría y racional puede ser algo bastante infructuoso.  Debemos tener en cuenta que con las personas significativas la mente menos explícita y consciente está actuando de una manera muy importante, lo que nos lleva a intercambiar más lo que sentimos que otras cuestiones prácticas.

Para finalizar, creo importante hacer notar que esta división entre aquellos con los que, por así decirlo, tenemos una relación más fría y otros con la que esta es más cercana, no debe de tomarse como algo rígido. Aquí es importante notar que todo debe interpretarse más por el contexto que por la persona. Así, por ejemplo, con mi hijo podré tener una conversación totalmente pragmática y, con mi jefe, en un momento dado, puedo tener un intercambio emocional total. Eso sí, con toda seguridad, la cantidad y potencia de lo que siento con mis seres queridos, en cómputos generales, superará con creces a lo que experimento con los otros.

 

Bibliografía usada.

 

Shore, A.N. [RootsofEmapthy].(2016, octubre 17). Dr. Allan N. Schore - Modern attachment theory; the enduring impact of early right-brain development [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://youtu.be/c0sKY86Qmzo

 

Autor: Juan Antonio Alonso.

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