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SUPRESIÓN DE PENSAMIENTOS. UNA ESTRATEGIA A DESECHAR.

Hablar de supresión de pensamientos es hacerlo del intento consciente y voluntario de eliminar algunos contenidos mentales especialmente no deseados, los cuales suelen conocerse como pensamientos intrusivos o intrusos. El motivo habitual del intento de rechazo es la asociación que normalmente se hace de estos con conductas que no se quiere llevar a cabo o porque se relacionan con ciertos juicios acerca de lo que implica el pensar de esa manera concreta.  En ambos casos, lo que se intenta con esta estrategia es el suprimir los contenidos molestos, en la primera, además, se persigue no reproducir la conducta que no se desea llevar a cabo.

Un ejemplo de lo descrito podríamos encontrarlo cuando alguien tiene un pensamiento que considera moralmente reprochable, como podría ser tener sexo con una persona con la considera que no debería tenerlo, e intenta que este no aparezca, esforzándose en expulsarlo si es así. También podríamos verlo, aquí asociado a una conducta, en los casos en los que se busca no tener en la mente el comer ciertas comidas no saludables para que, supuestamente, esto no se lleve a cabo.

Son muchas las investigaciones que confirman el efecto negativo que suele tener esta estrategia. Así, parece que en la mayoría de casos, el intentar expulsar de nuestra cabeza eso que tanto nos molesta, a lo que nos conduce, paradójicamente, es a tenerlo más ahí. Por lo tanto, a pesar de ser algo que puede parecer lógico, el evitar lo que no se quiere, en este caso, no solo no funciona, sino todo lo contrario,  se podría hablar de un efecto rebote.

Cuando, además del pensamiento, lo que no se quiere es realizar determinados actos relacionados, ocurre que, no solo no suele desaparecer el primero, sino que, además, las conductas que desean ser evitadas tienden a aumentar. Así, se podría decir que la estrategia es doblemente fallida, tanto en lo que tiene que ver con lo psíquico como con las acciones físicas.

Para explicar estos efectos que parecen ir contra lo que se puede dar por sentado, los expertos han descrito dos mecanismos implicados. En primer lugar, existe la cuestión del enorme esfuerzo que supone pensar de manera consciente algo concreto, es decir, algo que no sea lo que se desea evitar. Esta es una tarea que requiere de una enorme energía y que puede ser difícil de mantener de una manera relativamente continua. La otra razón fundamental tiene que ver con la aparición de un monitoreo o proceso de vigilancia automático que aparece a la vez que el otro mecanismo voluntario. Aquí, el  rastreo involuntario en búsqueda de los contenidos mentales no deseados hace que la mente esté más sensible a la aparición de estos y, consecuentemente, aumenta su presencia.

Con respeto a la relación entre el intento de suprimir el pensamiento y que esto lleve a la no realización de las acciones no deseadas, aquí, la relación entre ambas realidades se tiende a considerar erróneamente como de causa y efecto, cuando realmente no lo es. En otras palabras, el hacer o no hacer algo es independiente de que lo pienses o no. Un ejemplo sería, podemos no fumar aunque en nuestra mente esté el hacerlo. Así, se piensa que aquí la estrategia de suprimir pensamiento para evitar la acción, además de infructuosa, fortalece una manera de interpretar la realidad no útil.

En definitiva, parece claro que esta forma de intentar luchar contra aquellos contenidos psíquicos no deseados, no solo no aporta los beneficios perseguidos, por desgracia, a lo que conduce es a agravar la presencia de estos. Así, es importante tener en cuenta a la hora de escoger formas otras de afrontar los pensamientos que solemos conocer como intrusivos, alejándonos de esta manera tan perniciosa.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

 

James Erskine, J. & Georgiou, G. (2011). Thoughts on suppression. The Psichologist. 24, 824-827. Recuperado de https://thepsychologist.bps.org.uk/volume-24/edition-11/thoughts-suppression

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