Terapia De Aceptación Y Compromiso (ACT)

La Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) es la más conocida dentro de las llamadas como Terapias Contextuales o de Tercera Generación. La cuales, en su conjunto, conforman la familia de aplicaciones terapéuticas más modernas dentro la conocida como Terapia de Conducta. El punto central de esta última es el uso de los conocimientos existentes sobre el aprendizaje humano con un fuerte apoyo experimental. Dentro de esta, podemos encontrar varias generaciones que corresponden con los diferentes avances en este área científica. En la ultima de ellas, la tercera, es donde se encuadra la terapia de la que aquí hablamos.

El fundamento de este modo de trabajar, como todos los de su enfoque, es el considerar la conducta de las personas desde un plano funcional. En términos prácticos, esto se traduce en el hecho de que un mismo pensamiento o comportamiento no es bueno o malo en sí mismo, sino que lo importante y, por consiguiente, lo que el psicólogo debe determinar, es el uso que le está siendo dado por el paciente. No se trata pues de corregir lo que se piensa o hace, más bien se trata de modificar la manera en la que las personas usan las conductas y pensamientos y, de igual manera, la forma en la que se relacionan con ambas cosas y, además, con las emociones.

Aunque en los últimos años el modelo teórico ha ido evolucionando, ampliándose y mejorándose, podría decirse que siempre ha existido una idea central. Esta nos dice que las personas tenemos la tendencia  a evitar aquello que nos molesta;  lo que es útil en muchas ocasiones, pero no en otras.  Siendo necesario, en los casos en los que esto no funciona, movernos desde la estrategia que se basa en la  evitación a la fundamentada en la aceptación. Así, en el trabajo en gabinete, el terapeuta pone todo  su empeño en que  el paciente entienda estos conceptos fundamentales, los conecte con su experiencia, los pruebe y los adquiera como hábito. A la vez y, de forma síncrona con esto, se habla del compromiso con lo valioso o valores; lo cual, debe considerarse una prolongación de lo demás.

Las sesiones, en la práctica, se componen de numerosas explicaciones conducidas a través de ejemplos, ejercicios experienciales y metáforas. Todos estos son esenciales, buscando siempre que el paciente pueda instaurar reglas en su mente que sean generalizadas a todos los ámbitos de su vida en los que su comportamiento no está siendo beneficioso.  Aquí, por tanto, el terapeuta intenta que el mismo paciente cobre conciencia de aquello que no le está siendo útil e, igualmente, se le guía  a otra manera más beneficiosa; alentando a este para que todo llegue a interiorizarse y convertirse en un hábito que pueda ser aplicado de manera amplia a lo largo de su vida.

La Terapia de Aceptación y Compromiso puede beneficiarse del uso de otras similares dentro de su mismo enfoque terapéutico e incluso puede decirse que comparte ciertas similitudes en las forma de trabajar, aunque también notables diferencias esenciales en la base, con algunas muy conocidas como la Cognitivo Conductual. De todas ellas, quizá la que más se viene usando de manera conjunta y que, en su uso terapéutico, encaja de manera muy precisa, es la Terapia Analítico Funcional. De hecho, gran parte de los psicólogos especializados en una u otra recomiendan el uso conjunto e, igualmente, son muy numerosos los trabajos en el ámbito de la investigación que aunan conceptos de las dos terapias.

Los problemas a los que esta terapia suele ser aplicada son muy numerosos, usándose habitualmente para tratar ansiedad, depresión, dificultades de autocontrol, obsesiones, abuso de sustancias y juego, duelo, estrés, terapia de parejas,... Adaptándose, en general, a todos aquellos casos en los que la falta de aceptación esté en la base de las dificultades.